Cuando uno está de vuelta de todo, te dan ganas de decir cualquier cosa. Y cuánto más ofensivo resulte, parece que mayor es el impulso de escandalizar a otros. ¿Quién no ha sentido la tentación de acabar con el -buenrollismo- de ese discurso solidario de lo políticamente correcto? O más aún, ¿no hay veces que a uno, no hay gente que le parezca peor, que la que tiene al lado?