El ahora fallecido Fernando Sánchez Dragó (1936-2023) consideraba su mejor novela «El camino del corazón». En esta obra recoge las experiencias de su primer viaje a Asia a finales de los años 60, cuando tantos jóvenes occidentales buscaban una experiencia mística en la sabiduría oriental y el uso de las drogas. Como gran conocedor de la India, Dragó promovió la difusión del misticismo oriental, pero también la espiritualidad sufí. Se declaraba admirador de Jesús, pero enemigo de Roma. Para unos, no era nada más que un oportunista; para otros, alguien totalmente contradictorio…
La verdad es que se pueden decir de él muchas cosas, bastantes de ellas, escandalosas, porque le gustaba asustar a la gente con sus provocaciones. Aunque hay algo que caracteriza su trayectoria, junto a su pasión por el sexo, que es su gran interés por los temas espirituales, algo tristemente ausente en la mayor parte de la literatura española actual. José de Segovia ha leído «El camino del corazón» y está ahora con sus memorias. En este programa de radio, «Al Trasluz», sigue su vida con comentarios ilustrados con canciones sobre la evolución de la generación de los 60 de Joaquín Sabina e Ismael Serrano, así como la sintonía de sus programas en TVE sobre libros, o la música de la India y Japón. Entre medio escuchamos fragmentos con la voz del propio Dragó en su última entrevista, poco antes de morir. Finalmente, nos preguntamos si la Luz viene de Oriente…
Si la Verdad está en la Persona que dice “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Juan 14:6), Jesús no es un Buda iluminado, ni su enseñanza trae una filosofía más, sino que es la Revelación del Dios vivo y verdadero. Su Camino no es para alcanzar una “conciencia cósmica”, sino que se trata de recibir la salvación que por su muerte y resurrección nos da. La esperanza cristiana no está, por lo tanto, en la reencarnación, sino en la Resurrección de Aquel que murió en nuestro lugar, para darnos vida eterna. La fe no es una huida del mundo, sino la búsqueda “una tierra nueva”, en la que “mora la justicia” (2 Pedro 3:13).