La vida está llena de separaciones y conflictos. La fe no te libra de divisiones y controversias. Ni siquiera Stott pudo escapar de ellas. Su confrontación con el principal predicador que había entonces en Londres, el medico galés Martyn Lloyd-Jones, tan apreciado por sus exposiciones bíblicas, se produce abiertamente en la sesión inaugural de la Segunda Asamblea Nacional de Evangélicos, organizada por la Alianza Evangélica, el 18 de octubre de 1966.
Como suele ocurrir, los seguidores fueron más extremistas que ellos, ya que un par de semanas después, Stott se dirigió a Lloyd-Jones para presentarle sus disculpas. Y aunque no hay testigos de su conversación, se habló de perdón y reconciliación. Como siempre, su generosidad contrasta con la mezquindad de sus discípulos. Es evidente que representan dos posturas diferentes del movimiento evangélico, pero unidos por una misma fe. Sus diferencias impidieron una mayor colaboración, pero nunca se desautorizaron el uno al otro. Tristemente, no se puede decir lo mismo de sus admiradores.
Tras el éxito del Congreso Mundial sobre Evangelización de Berlín en 1966, la organización de Billy Graham decide convocar otro en Lausana en 1974. Se establece un comité para redactar el Pacto que se hará allí. Junto a Stott está Samuel Escobar, rodeados de una serie de dirigentes estadounidenses cercanos a Billy Graham. La visión de la misión que tenían Stott y Escobar chocaba frontalmente con la de los norteamericanos. Samuel recuerda cómo Stott, después de una noche sin dormir –algo raro en él–, se levantó diciendo que dejaba el comité. La organización entró en una crisis tal, que si no es porque Graham se enfrenta a sus asesores, diciendo que Stott va a ser el redactor final del Pacto, el movimiento de Lausana no hubiera sido el factor de renovación que ha supuesto en el pensamiento evangélico de todo el mundo.
En este programa por el centenario de Stott, escuchamos su voz en Lausana y parte de un mensaje de Lloyd-Jones sobre la unidad cristiana. Escuchamos canciones como «Si Dios es mi Padre» del controvertido «abuelo del rock de Jesús», Larry Norman, así como la música instrumental de artistas cristianos del jazz de fusión como Kenneth Nash, Justo Almario y Abraham Laboriel, junto a los comentarios de José de Segovia…