Se acababa de retirar de primado de la Comunión Anglicana, el arzobispo de Canterbury, Robert Runcie –convertido en Lord, a pesar de haberse enfrentarse al gobierno conservador de Thatcher y el anglo-catolicismo del que provenía, por sus ideas liberales–, cuando se embarcó en un crucero en el impresionante trasatlántico Queen Elizabeth 2, donde se encontró a un naviero evangélico de Carolina del Norte llamado David Spence, que era amigo de John Stott –tanto que es ahora su albacea literario–. Runcie había estudiado teología en Cambridge con Stott, siendo elegido arzobispo en lugar del compañero de colegio de Stott, Hugh Montefiore. Como cabeza de la Iglesia de Inglaterra, Runcie le había dado el grado honorario de doctor a Stott, ya que como dijo a Spence, “tenía una mente tan brillante que fue el mejor estudiante de la tradición teológica liberal de Cambrige”. Aunque añadió Runcie: “El problema es que no se creía nada de ella”.