LA SENSACIÓN DE FRACASO DE COHEN – José de Segovia

No es fácil reconciliar la satisfacción de los deseos de la carne con la austeridad de las disciplinas espirituales. Muchos dirían, de hecho, que es imposible. Leonard Cohen (1934-2016) lo intentó toda su vida. A su muerte le recordaba Joan Baez como alguien “misterioso, oscuro y melancólico”, desde el día que le conoció en el hotel Chelsea de Nueva York en 1961.
Tras su enigmática figura, hay grandes contradicciones. Fue un bohemio, pero vestido con traje; un amante apasionado, que casi siempre vivió solo; un mítico cantante, que apenas tenía voz; un judío, que practicaba el budismo zen… ¡demasiadas cosas que no encajan!

Como su admirado Dylan, Cohen era un judío obsesionado con Jesús. Las referencias a los Evangelios llenan muchas de sus canciones desde los años 60, aunque su espiritualidad se hizo cada vez más compleja. En El sueño se ha acabado seguimos la búsqueda de Cohen y nos enfrentamos a su sensación de fracaso.


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