Unas horas después de la muerte del director sueco Ingmar Bergman, fallecía aquel verano en Roma el director italiano Michelangelo Antonioni. Ambos nos dejaron un impresionante legado, que ha hecho del cine un arte poderoso para expresar los más profundos sentimientos del ser humano. Su mirada atenta a la soledad y tragedia del hombre, nos muestra un vacío, que para Bergman produce el silencio de Dios. Este hijo de un pastor luterano nos presenta unos personajes incapacitados para el amor y la comunicación, condenados a ocultarse siempre tras una máscara, que les conduce a la neurosis y la muerte.