El cine de Terrence Malick ha tenido siempre algo de religioso. Aunque nunca como en El árbol de la vida, se ha propuesto capturar la magia, asombro y misterio del universo. Este director de culto norteamericano -que tarda diez años en hacer una película, y no se deja ver nunca en público- obtuvo la Palma de Oro del Festival de Cannes por esta obra maestra, que no recogió -como ninguno de sus otros premios, ya que no da siquiera entrevistas-. Coproducida por su protagonista, Brad Pitt, esta obra inclasificable trata sobre lo divino y lo humano. Es una meditación sobre la vida, la presencia y la ausencia de Dios, el amor y la familia, la rebelión y el pecado, el dolor y la duda.
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