SARA – Personaje Bíblico con Rosa Mariscal

Esposa de ABRAHAM y madre de Isaac. Según Gn 20:12, era también hermanastra de Abraham. 

La historia de Sara se relata en Génesis capítulos 11–25. También se menciona en Isaías 51.2; Romanos 4.19, 9.9; Hebreos 11.11; 1 Pedro 3.6. Sara fue una mujer muy importante en la Biblia, una mujer que fue transformada de persona dominante, a madre de una nación, cuya descendencia no puede ser contada.

Fue la esposa del patriarca Abraham, un hombre de fe a quien Dios escogió para ser padre de la nación de Israel y de los judíos. El nombre de Sarai  (que significa, dominante) nos da una idea de su carácter cuando era joven. Sin embargo, cuando Sarai alcanzó la edad de 89 años, Dios le cambió su nombre por Sara, que significa: princesa (Génesis 17:15 y 16).

Dios prometió bendecir a Abram y hacerlo grande. Pero había una condición: Abram tenía que obedecer a Dios. Tendría que dejar su hogar y sus amigos y viajar a una tierra nueva donde Dios le prometió que construiría una gran nación a partir de la familia que le daría. Abram obedeció, dejando su casa por la promesa de Dios de bendiciones mucho más grandes en el futuro. 

Dios  prometió a Abram y a Sara una descendencia tan numerosa e incontable como las estrellas del cielo o como la arena del mar (22.17).  Tratemos de contar las estrellas, o recojamos un puñado de arena y tratemos de contar sus granos. ¡Es imposible! Cuando Abram y Sara habían perdido ya la esperanza de tener un heredero, Dios les prometió descendientes tan numerosos que serían imposibles de contar. ¡Las bendiciones de Dios van más allá de nuestra imaginación!

Como a Abram y a Sara les costaba seguir creyendo en la promesa de Dios de darles un hijo, a causa del tiempo que ya había pasado. Sara dio a su sierva Agar a Abram como esposa sustituta, una práctica común en ese tiempo. Una mujer casada que no pudiera tener hijos era avergonzada por sus semejantes y a menudo se le pedía que diera una sierva a su esposo para poder producir herederos. Los niños nacidos de la sierva eran considerados hijos de la esposa. Abram estaba actuando de acuerdo con la costumbre de esos días. Pero esta acción era una falta de fe en la promesa de Dios.

Sarai tomó el asunto en sus propias manos al darle a Agar a Abram. De esta falta de fe sobrevino una serie de problemas. Esto sucede invariablemente cuando queremos ocupar el lugar de Dios en un asunto, y tratamos de hacer que una de sus promesas se haga realidad por medio de esfuerzos que no van de acuerdo con las instrucciones específicas de Dios. En este caso, el tiempo fue la mayor prueba de Abram y Sarai para permitir que Dios supliera sus necesidades. 

Pese a que Sarai fue la que planeó que Agar tuviera un hijo de Abram, luego culpó a Abram por las consecuencias. Muchas veces es más fácil culpar a alguien de nuestras frustraciones que reconocer nuestro error y pedir perdón. (Adán y Eva hicieron lo mismo en 3.12, 13.)

Obviamente, el cambio de su nombre no fue nada al azar, Dios le tenía preparado un lugar muy especial a Sara, y también le haría experimentar una vida de plenitud en Su propósito. “Dijo también Dios a Abraham: a Sarai tu mujer no la llamarás Sarai, mas Sara será su nombre. Y la bendeciré y también te daré de ella hijo; si, la bendeciré, y vendrá a ser madre de naciones; reyes de pueblos vendrán de ella.” (Génesis 17:15 y 16)

Las decisiones que tomamos pueden cambiar nuestra vida: Sara cambió de ser una mujer dominante a ser de la realeza, madre de reyes Todo se basó en las decisiones que tomó en los últimos años de su vida. En otro tiempo Sarai tomó decisiones, algunas buenas y otras malas. Aun así, Sarai aprendió de sus fracasos y equivocaciones, y permitió a Dios hacerse cargo de toda su vida. 

Sara permitió que Dios se hiciese cargo de todas las cosas. Le permitió ser su defensor. Cada uno de nosotros podemos tomar la decisión de valernos solos, con nuestras fuerzas y sabiduría (que fue la actitud que Sara tuvo al principio) o permitirle a Dios que haga en nosotros su divina voluntad.  Sin embargo, es necesario que sepamos que Dios respeta nuestras decisiones, Él nos ha dado libre albedrío y por eso Dios nos dejará, mientras nosotros estemos determinados a hacerlo por nosotros mismos.

Los tiempos de espera en Dios son necesarios ¡no hay que desesperarse! Sarai y Abraham habían recibido una promesa de Dios: “El les dijo que tendrían un hijo y  que su descendencia heredaría la tierra”. Pero desde el momento de esa promesa hasta su cumplimiento pasaron años, y en medio de ese tiempo de espera, Sara se desesperó y convenció a su esposo Abraham a tener relaciones con su sierva para que, a través de ella, tuvieran el hijo.

Este no era el plan de Dios, pero ella una vez más  su naturaleza controladora,  quiso hacer cumplir la promesa por sus propios medios. Sarai había esperado por un largo tiempo, pero se impacientó ya cerca del final de la espera, y metió la pata al tomar el asunto en sus manos. Es necesario tener presente que en el tiempo de espera es cuando somos probadas.

Si somos como Sara, impacientes con Dios, luego nos tocará pagar las consecuencias de esa decisión precipitada. Necesitamos desesperadamente esperar en Dios y entregarle nuestros deseos. Recuerda que de la impaciencia solo queda el cansancio. Las maravillosas bendiciones de Dios son para aquéllos que esperan en él. (Isaías 64:4)

Este ejemplo de Dios, tratando con Sara, nos debe dar a todos la esperanza que Dios también tiene un plan y propósito para nuestra vida. Aunque este plan lleve algún tiempo,

 Sarai, por muchos años, tuvo que conformarse con aprender a vivir con sus deseos insatisfechos a causa de su infertilidad. Por muchos años se sintió indigna, menos que otras mujeres y víctima de la humillación pública. Pero fue precisamente esa esterilidad la herramienta que Dios usó para obrar en su vida y para transformarla en un espíritu afable y apacible, para que su nombre pudiera ser cambiado a “princesa”.

En ocasiones todo lo que tenemos que hacer es simplemente esperar. Cuando le pedimos a Dios algo, y es claro que tenemos que esperar, aumenta la tentación de hacer algo por nuestra cuenta e interferir en los planes de Dios. Quizá no haya nada más difícil que esperar ya sea que estemos esperando algo bueno, malo o desconocido. 

Una de las formas en las que a veces nos enfrentamos a una espera larga (o incluso corta) es cuando comenzamos a ayudar a Dios a poner su plan en acción. Sara trató de hacer esto. Ella era demasiado vieja para creer que podía tener un hijo propio, así que pensó que Dios debería tener algo más en mente. Desde el punto de vista limitado de Sara, esto sólo podía pasar dándole a Abraham un hijo por medio de otra mujer, una costumbre común en esos días. El plan parecía completamente inofensivo. Abraham dormiría con la esclava de Sara para concebir un hijo. Sara tomaría al niño como suyo. El plan se desarrolló maravillosamente, al principio. Pero conforme leemos sobre lo que ocurrió luego, nos sorprendemos de la cantidad de veces en las que Sara se arrepentiría del día en el que decidió apresurar el programa de Dios. 

 Otra forma en la que enfrentamos una larga espera es cuando gradualmente concluimos que lo que aguardamos que acontezca nunca ocurrirá. ¡Sara esperó noventa años por un bebé! Cuando Dios le dijo finalmente que iba a tener un hijo propio, se rió, no tanto por falta de fe en lo que Dios podía hacer, sino por la duda de lo que Él podía hacer a través de ella. Cuando se le reprendió por su risa, mintió como lo había visto hacer a su esposo en algunas ocasiones. Probablemente no quería dar a conocer sus verdaderos sentimientos. 

 ¿Qué situaciones de nuestras vidas parecen estar «en espera» en este momento? ¿Comprendemos que esto puede ser parte del plan de Dios para nosotros? La Biblia contiene muchas instrucciones claras para mantenernos ocupados mientras esperamos que se lleve a cabo algo en particular de nuestra vida. 

    Puntos fuertes y logros: 

     •      Fue intensamente fiel a su hijo 

     •      Llegó a ser la madre de una nación. 

     •      Fue una mujer de fe, la primera que se menciona en el Salón de la Fe de Hebreos 11. 

    Debilidades y errores: 

     •      Le fue difícil creer en la promesa de Dios 

     •      Intentó resolver los problemas por su cuenta, sin consultar a Dios 

     •      Trató de cubrir sus propias faltas culpando a los demás 

    Lecciones de su vida: 

     •      Dios responde a la fe aún en medio de los fracasos.

     •      Dios no se encuentra limitado a lo que ocurre siempre. Él puede ampliar los límites y hacer que sucedan cosas increíbles 

Bibliografía: Biblia del Diario Vivir

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