El protagonista de la historia comenzó a fumar marihuana a los quince años y, a los veinticinco, aceptó a Jesucristo como su Salvador. Sin embargo, a los dieciocho meses de haber dejado la marihuana, cayó nuevamente en ese vicio y ha luchado por dejarlo desde entonces. Aunque asiste a la iglesia, se siente miserable y frustrado debido a este pecado continuo. Linda Rey, directora del programa, le aconsejó que el vicio es una forma de adicción, similar a otros malos hábitos, y le recomendó leer sobre cómo los malos hábitos modifican el cerebro. También le animó a no temer que la iglesia lo rechace, ya que todos en la iglesia son pecadores y algunos luchan en silencio con sus propias tentaciones. Le aconsejó que comparta su lucha con un amigo de confianza en la iglesia, que ore por él y que permita que la luz de Cristo ilumine su secreto. Además, le recordó que la humildad es importante y que cualquier juicio severo debe ser enfrentado con humildad, siguiendo el ejemplo de Jesús.