Marcos 12 (La ley del amor) – Ruta 66 con José de Segovia

«Somos lo que amamos», dice Agustín. Cuando a Jesús le preguntan en el Evangelio según Marcos (12:28-34) cuál es el mayor mandamiento en la vida según el Manual de Instrucciones del Creador, no dice que es simplemente no hacer daño a nadie, como piensa la mayoría, sino amar a Dios y al otro, pero de qué forma. Es un amor total con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerzas, pero al otro también, tanto como a nosotros mismos, algo imposible para nosotros, siendo tan egoístas.  

El cantautor californiano Randy Stonehill, convertido al cristianismo del mundo de la droga en casa de Larry Norman al principio de la Revolución por Jesús a finales de los 60, se pregunta «Por qué no amamos a Dios» en su disco sobre «El corazón de Lázaro» en 2011. El segundo mandamiento en que Jesús resume la Ley inspira al militante cantautor británico de la izquierda más radical, Billy Bragg, su canción «Haz a los otros», que escuchamos esta vez en una versión en vivo en la histórica capilla de los sindicalistas de Londres en 2014. La canción de los sevillanos Lole y Manuel, «Todo es de color» (1975), es una oración, antes ya de que Lole Montoya llegara a la fe evangélica. Se dirige así al «Señor de los espacios infinitos, que tiene la paz entre las manos», para que nos «enseñe a amar a los hermanos». 

La película que nos sirve hoy para ilustrar en qué consiste el mandamiento del amor cristiano es otro film ya olvidado, pero tremendamente original e inteligente. Es la película que hicieron con el cómico Peter Sellers dos hermanos gemelos idénticos, los Boulting, que hacen cine en la Inglaterra de posguerra, después de que uno de los dos fuera a conducir ambulancias en la guerra civil española. En «Cielos arriba» (1963) el sutil y complicado actor británico hace de pastor anglicano que es enviado por error a la iglesia de un pequeño pueblo inglés, dominado por una familia que da empleo en su fábrica a casi todos sus habitantes y considera a la parroquia, su capilla particular. La historia está llena de sorpresas. Así que no escuchamos diálogos más que del principio del film, que nace de una idea de Malcolm Muggeridge (1903-1990), el inteligente escritor y periodista de la BBC, convertido luego al cristianismo, después de haber sido comunista en Rusia y espía en la Segunda Guerra Mundial, para acabar siendo un apologista de la fe al estilo de C. S. Lewis o Chesterton. José de Segovia comenta las escenas con la música de Bernard Herrmann para otras películas de los Boulting.

La impresionante cantante londinense Florence Welch se pregunta en una canción con su Machine de 2008, cómo «Tienes que amar», cuando «a veces siento que levanto mis brazos arriba / ya que sé que puedo contar contigo / aunque a veces pienso en decir «Señor, no me importa» / pero Tú tienes el amor que necesito para continuar». Nada que ver con el «Amor moderno» sobre el que canta David Bowie en 1982, que «te lleva a la iglesia a tiempo» en una de esas enigmáticas frases del El Duque Blanco. Bowie dijo que lo escribió inspirado por la lucha de Little Richard entre Dios, el diablo la carne y el mundo. 

Jesús dice a los estudiosos de la Escrituras judías que no entienden siquiera lo que leen (vv. 38-40), porque no reconocen al Hijo. La tradición judía no da así más luz al cristiano, para entender la Biblia, pero tampoco el ejemplo del religioso que busca llamar siempre la atención a sí mismo y se aprovecha de los más débiles. (vv. 38-40). El interés especial de Dios como Padre de viudas y huérfanos se muestra también en el Hijo, que pone el ejemplo de la ofrenda de la viuda (vv. 41-44). La Banda de la Resurrección, nacida del movimiento «hippie cristiano» de la Gente de Jesús de Chicago en 1972, clama contra «La tierra de aliento robado» (1993) donde se despoja a la viuda y al huérfano. En nuestra próxima parada en el viaje de la vida a la luz de los 66 libros que conforman nuestra Ruta, nos preguntamos si esto es el fin…


Publicado

en

por

Comentarios

Deja una respuesta