Cuarenta años después de la masacre de Jonestown es tiempo de sacar algunas conclusiones, para “aprender de la historia y no tener que repetirla”. Eso decía, irónicamente, la frase mal transcrita del filósofo madrileño Santayana, que tenía Jim Jones sobre su silla en la plataforma que había en Guyana, como vemos en las fotos de los más de novecientos cadáveres que rodeaban el pabellón. Tras esta extensa serie de artículos –la más larga que haya hecho hasta ahora, que comenzó con la recuperación de mi última operación y concluyo ahora con el preámbulo de la siguiente–, es hora de apuntar algunas lecciones de la historia del Templo del Pueblo.