Lázaro de Betania – El personaje Bíblico con Rosa Mariscal

En el capítulo 11 del Evangelio de Juan encontramos los acontecimientos  que ocurrieron relacionados con la muerte resurrección de Lázaro, la Biblia dice así:

1Estaba entonces enfermo uno llamado Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta su hermana. 2(María, cuyo hermano Lázaro estaba enfermo, fue la que ungió al Señor con perfume, y le enjugó los pies con sus cabellos.) 3Enviaron, pues, las hermanas para decir a Jesús: Señor, he aquí el que amas está enfermo. 4Oyéndolo Jesús, dijo: Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella. 

5Y amaba Jesús a Marta, a su hermana y a Lázaro. 6Cuando oyó, pues, que estaba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba. 7Luego, después de esto, dijo a los discípulos: Vamos a Judea otra vez. 8Le dijeron los discípulos: Rabí, ahora procuraban los judíos apedrearte, ¿y otra vez vas allá? 9Respondió Jesús: ¿No tiene el día doce horas? El que anda de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo; 10pero el que anda de noche, tropieza, porque no hay luz en él. 11Dicho esto, les dijo después: Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarle. 12Dijeron entonces sus discípulos: Señor, si duerme, sanará. 13Pero Jesús decía esto de la muerte de Lázaro; y ellos pensaron que hablaba del reposar del sueño. 14Entonces Jesús les dijo claramente: Lázaro ha muerto; 15y me alegro por vosotros, de no haber estado allí, para que creáis; mas vamos a él. 

El pueblo de Betania estaba ubicado unos tres kilómetros al este de Jerusalén en el camino a Jericó. Estaba lo bastante cerca de Jerusalén para que Jesús y sus discípulos estuviesen en peligro, pero a suficiente distancia para no atraer la atención prematuramente.

Cuando Lázaro se agravó, María y Marta acudieron a Jesús pidiendo ayuda. Creían que podía brindarles ayuda porque habían visto sus milagros. Nosotros también sabemos de los milagros de Jesús por las Escrituras y las vidas cambiadas que hemos tenido ocasión de ver. Cuando tenemos necesidad de ayuda extraordinaria, Jesús ofrece recursos extraordinarios. No debiéramos vacilar en pedirle ayuda.

Jesús estaba predicando en las aldeas más allá del Jordán, tal vez en Perea, cuando recibió la noticia de la enfermedad de Lázaro, pero no fue de inmediato, sino que esperó dos días antes de regresar a Judea. Sabía que Lázaro estaría muerto cuando llegara a Betania, pero iba a realizar un gran milagro. Cualquier prueba que deba enfrentar un creyente puede en última instancia glorificar a Dios porque Él puede sacar cosas buenas de cualquier situación mala (Génesis 50.20; Romanos 8.28).

Jesús amaba a esta familia y a menudo les visitaba. Conocía su dolor, pero no respondió enseguida. Su demora tenía un propósito específico: “La gloria de Dios” El tiempo de Dios, en especial sus demoras, tal vez nos haga pensar que no responde o no lo hace como quisiéramos. Pero Él suplirá nuestras necesidades de acuerdo con su programa y propósito perfectos (Filipenses 4.19). Aguardemos con paciencia el tiempo de Dios.

Cuando llegaron a la casa de Lázaro en Betania, encontraron a María y a Marta desconsoladas. Habían enterrado a su hermano cuatro días antes. Jesús no había venido a ayudar. Estaban confundidas y frustradas, aunque su fe en Jesús estaba intacta (Juan 11:17-36). Todo quedó claro cuando Jesús hizo lo inesperado: Fue a la tumba de Lázaro y lo resucitó de entre los muertos (Juan 11:43-44).

Lázaro había muerto hacía cuatro días y había sido amortajado y enterrado según la costumbre judía, lavando y ungiendo el cuerpo del difunto con aromas para retardar algo la descomposición y atenuar el hedor; después envolvían el cadáver con lienzos y vendas, cubriéndole la cabeza con un sudario. Era un sistema parecido al que se empleaba en Egipto, pero sin proceder a un embalsamamiento completo que implicaba la extracción de ciertas vísceras. Y en esa época las tumbas solían ser cuevas cavadas en la piedra caliza de la ladera de una colina. Muchas veces las tumbas eran de tamaño suficiente para que las personas caminasen dentro. En una tumba se colocaban varios cuerpos. Después del sepelio, se colocaba una gran piedra frente a la entrada de la tumba.

 Jesús llamó a Lázaro, y éste salió de la tumba; no era un zombi, un medio muerto, o un muerto viviente, sino que estaba completamente vivo y sano. Tal es el poder de Cristo. Las escrituras nunca registran lo que Lázaro experimentó durante sus cuatro días en el sepulcro. Suponemos que su espíritu estaba en el paraíso.

La enfermedad, la muerte y resurrección de Lázaro, obró para dar gloria a Dios y para aumentar la fe de los seguidores de Jesús, así como Jesús había dicho cuando oyó de la enfermedad de Lázaro. Justo antes de que resucitara a Lázaro, Jesús oró: «Padre, gracias te doy por haberme oído. Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean que tú me has enviado» (Juan 11:41-42). La oración de Jesús fue respondida: Lázaro volvió a la vida, y «muchos de los judíos que habían venido para acompañar a María, y vieron lo que hizo Jesús, creyeron en él» (Juan 11:45).

Después que Lázaro fue levantado de entre los muertos, los jefes de los sacerdotes y los fariseos conspiraron para matarlo, porque muchos que testificaron del milagro creyeron en Jesús (Juan 12:9-11). Los enemigos de Cristo no podían negar el milagro; la mejor alternativa, en su opinión, era destruir la evidencia; en este caso, la evidencia era una persona viva. Sin embargo, no pudieron detener la propagación de la verdad.

Cuando Jesús vio a los que lloraban y se lamentaban, lloró también. Quizás se identificó con el dolor de ellos, o es posible que la incredulidad lo haya preocupado. Sea cual fuere el caso, Jesús demostró su inmenso interés en nosotros al llorar junto a nosotros cuando sufrimos.

Juan enfatiza el hecho de que contamos con un Dios que se interesa por nosotros. Este retrato contrasta con el concepto griego de Dios que era popular en aquel entonces: un Dios sin emociones que no se involucra con los humanos. Aquí,  en Juan 11 vemos muchas de las emociones de Jesús: compasión, indignación, tristeza, incluso frustración. Con frecuencia expresó sus emociones profundas y nunca debiéramos temer revelarle nuestros verdaderos sentimientos. Él los entiende, pues los experimentó. Seamos sinceros y no tratemos de ocultarle nada a nuestro Salvador. A Él le interesamos.

Si Jesús hubiese estado durante los momentos finales de la enfermedad de Lázaro, es posible que lo hubiese

sanado en lugar de dejarlo morir. Pero Lázaro murió para que el poder de Jesús sobre la muerte pudiese mostrarse a sus discípulos y a otros. La resurrección de Lázaro era una demostración esencial del poder de Cristo, y la resurrección es una creencia fundamental de la fe cristiana. Jesús no solo se levantó de entre los muertos (10.18), sino que tiene poder para levantar a otros.

 Jesús tiene poder sobre la vida y la muerte, así como para perdonar pecados. Esto se debe a que Él es el Creador de la vida (véase Juan 14.6). Aquel que es la vida sin duda puede restaurar la vida. Todo aquel que cree en Cristo tiene una vida espiritual que la muerte no conquistará ni disminuirá de manera alguna. Cuando logramos comprender su poder y hasta qué punto es verdaderamente maravillosa la oferta que nos hace, ¡cómo hemos de hacer otra cosa que no sea entregar nuestras vidas a Él! Para quienes creemos, qué maravillosa es la seguridad y la certeza que tenemos en las palabras de Jesús: «Porque yo vivo, vosotros también viviréis» (4.19).

Bibliografía: Biblia del Diario vivir.


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