José – El personaje Bíblico con Rosa Mariscal.

«¿Qué podemos aprender de la vida de José?»

José fue el undécimo hijo de Jacob, su primer hijo con
Raquel, su esposa favorita. La historia de José se
encuentra en Génesis 37-50.
Se nos dice que Jacob «amaba a José más que a todos sus
hijos, porque lo había tenido en su vejez; y le hizo una
túnica de diversos colores» (Génesis 37:3). Los hermanos
de José sabían que su padre amaba a José más que a
ellos, haciendo de esto un motivo para odiarlo (Génesis
37:4). Para empeorar las cosas, José comenzó a relatar
sus sueños a la familia, que eran unas proféticas visiones
que mostraban que José un día gobernaría sobre su
familia (Génesis 37:5-11).

El rencor hacia José alcanzó su punto máximo cuando sus
hermanos conspiraron para matarlo en el desierto.
Rubén, el primogénito, se opuso rotundamente al
asesinato y sugirió que lo lanzaran en una cisterna,
puesto que tenía previsto volver y rescatar al muchacho.
Pero, en la ausencia de Rubén, algunos comerciantes
pasaron, y Judá propuso vender a José como esclavo; los
hermanos lograron su cometido antes de que Rubén

pudiera rescatarlo. Los hermanos tomaron la túnica de
José, y después de sumergirla en sangre, engañaron a su
padre para que pensara que su hijo favorito había sido
devorado por alguna bestia salvaje (Génesis 37:18-35).

José fue vendido por los comerciantes a un egipcio de
alto rango llamado Potifar. En Génesis 39 leemos cómo
José sobresalió en sus funciones, y se convirtió en uno de
los siervos de mayor confianza de Potifar. Dios estaba
con José y prosperaba en todas las cosas que hacía.
Lamentablemente, la esposa de Potifar trató de seducir a
José. El constantemente se negaba a sus insinuaciones,
mostrando honor para el amo que le había confiado
mucho, diciendo que sería un «grande mal, y pecaría
contra Dios» si se acostara con la esposa de Potifar
(Génesis 39:9). Un día, la esposa de Potifar lo cogió de la
ropa y nuevamente hizo insinuaciones sexuales. José
huyó, dejando su manto en la mano de ella. Con mucha
ira, ella acusó falsamente a José de intento de violación, y
Potifar lo puso en prisión (Génesis 39:7-20).

En la cárcel, José nuevamente fue bendecido por Dios
(Génesis 39:21-23). Interpretó los sueños de dos de sus
compañeros de prisión. Ambas interpretaciones
resultaron ser verdaderas, y luego uno de los hombres
fue liberado de la cárcel y restaurado a su posición como
copero del rey (Génesis 40:1-23). Pero el copero se olvidó

de José y no habló con el faraón acerca de él. Dos años
más tarde, el propio rey tuvo algunos sueños que lo
perturbaban, y el copero recordó el don que tenía José de
interpretar sueños. El rey llamó a José y le contó sus
sueños.
De acuerdo a los sueños del faraón, José predijo siete
años de cosechas abundantes seguidos por siete años de
una severa hambruna en Egipto y aconsejó al rey para
que empezara a almacenar grano como parte de una
preparación para la próxima escasez (Génesis 41:1-37).
Por su sabiduría, José se convirtió en gobernante de
Egipto, segundo después del rey. Estaba encargado de
almacenar alimentos durante los años de abundancia y
los vendía a los egipcios y extranjeros durante los años de
hambruna (Génesis 41:38-57).

Cuando el hambre azotó, incluso Canaán fue afectada.
Jacob envió a diez de sus hijos a Egipto para comprar
grano (Génesis 42:1-3). Jacob no dejó que Benjamín, su
hijo más joven y el único otro hijo de Raquel, se fuera
(Génesis 42:4). Mientras estaban en Egipto, los hombres
se reunieron con su hermano perdido, a quien ellos no
reconocieron. Sin embargo, José reconoció a sus
hermanos y los probó acusándolos de ser espías. Los
encerró durante tres días y luego los liberó a todos
excepto a uno, enviándolos con grano para sus hogares y
pidiéndoles que volvieran con su hermano menor
(Génesis 42:6-20).

Sin saber aún la identidad de José, los hermanos fueron
afligidos con la culpabilidad por haber vendido a José
años antes (Génesis 42:21-22). José escuchó su discusión
y se apartó a llorar (Génesis 42:23-24). Él mantuvo a
Simeón y envió a los demás por su camino, devolviendo
secretamente el dinero en sus sacos de grano (Génesis
42:25). Cuando los hermanos se dieron cuenta que el
dinero estaba en sus sacos temieron aún más (Génesis
42:26-28, 35).
Una vez en casa, le dijeron a Jacob todo lo que les había
sucedido. Jacob lloró de nuevo la pérdida de José y a eso
añadió la pérdida de Simeón. Jacob se negó a enviar a
Benjamín, a pesar de la promesa que Rubén hizo
diciendo: Harás morir a mis dos hijos, si no te lo devuelvo;
entrégalo en mi mano, que yo lo devolveré a ti (Génesis
42:35-38).

El hambre llegó a ser tan grave que Jacob aceptó. Judá
persuadió a Jacob que enviara a Benjamín con él, dando
su propia vida como garantía (Génesis 43:1-10). Jacob
estuvo de acuerdo, enviando también de las mejores
frutas y el doble del dinero para el grano (Génesis 43:11-
14). Cuando José vio a los hombres, ordenó a sus siervos
que sacrificaran un animal y prepararan una comida para
que José cenara con sus hermanos (Génesis 43:15-17).
Temerosos por la invitación a la casa de José, los
hermanos se disculparon con el mayordomo por el
dinero que había sido devuelto la primera vez. El

mayordomo de José los tranquilizó y trajo a Simeón
(Génesis 43:18-25).
Cuando José regresó, los hermanos se inclinaron ante él,
cumpliendo su profecía anterior (Génesis 43:26). Les
preguntó sobre el bienestar de su familia y de nuevo
lloró, esta vez entrando en su cámara (Génesis 43:27-30).
Los hermanos fueron sentados a comer en la mesa por
orden de nacimiento. A Benjamín le dieron cinco veces
más la porción que los demás hermanos recibieron
(Génesis 43:31-34).
Antes de enviarlos de vuelta a su padre, José nuevamente
probó a sus hermanos devolviendo el dinero en sus sacos
de grano y poniendo su copa de plata en el saco de
Benjamín. Dejó que los hermanos iniciaran su viaje y,
luego, envió su mayordomo tras ellos fingiendo ira, y
amenazas con matar a Benjamín.
En presencia de José, Judá abogó por la vida de Benjamín,
diciendo que, si Benjamín moría, también moriría Jacob.
Judá habló del duelo de Jacob por la pérdida de José y la
convicción de que su padre no podría soportar si perdía
su otro hijo. Judá también habló de la promesa que le
hizo a Jacob y ofreció su vida por la de Benjamín (Génesis
44).

Al ver este cambio de corazón en sus hermanos, José
mandó sacar a todos sus siervos y lloró a gritos, para que
los egipcios y la casa de faraón lo escucharan. Luego, se

dio a conocer a sus hermanos (Génesis 45:1-3). José
inmediatamente los tranquilizó, diciéndoles que no
estaba enfadado con ellos por lo que habían hecho con él.
Envió a sus hermanos de vuelta a Jacob para traer el resto
de su familia a vivir a Gosén, donde estarían cerca a José,
y donde él podría sustentarlos (Génesis 45:9-47:12).

Hay mucho que aprender de la historia de José.
Aprendemos la grandeza del perdón. Como padres,
aprendemos sobre el favoritismo de Jacob y los efectos
que puede tener sobre otros hijos, como se ve en el
orgullo del joven José y la envidia y el odio de sus
hermanos. Aprendemos qué debemos hacer ante la
tentación sexual; hay que correr (Génesis 39:12; cf. 2
Timoteo 2:22). Aprendemos sobre la fidelidad de Dios. Él
no abandona a Sus hijos, nunca, y menos en medio del
sufrimiento: «El Señor estaba con José» (Génesis 39:3, 5,
21, 23).

Puede haber muchas circunstancias difíciles en las que
nos encontremos, y algunas de ellas pueden incluso ser
injustas, como las que José experimentó en su vida. Sin
embargo, como aprendemos en el relato de la vida de
José, permaneciendo fieles y aceptando que Dios en
última instancia es quien lo ha permitido, podemos estar
seguros de que Dios recompensará nuestra fidelidad.

¿Quién culparía a José si él hubiera rechazado a sus
hermanos cuando ellos estaban en necesidad? Sin
embargo, José les perdonó, y les mostró misericordia,
ayudándoles. Dios desea que perdonemos, que tengamos
misericordia por encima de todo. (Oseas 6:6; Mateo
9:13).

La historia de José, presenta también una visión increíble
de cómo Dios soberanamente obra para vencer el mal y
llevar a cabo Su plan. Después de todos sus sufrimientos,
José fue capaz de ver la mano de Dios obrando. Cuando
reveló su identidad a sus hermanos, José habló del
pecado de ellos de esta manera: «No os entristezcáis, ni
os pese de haberme vendido acá; porque para
preservación de vida me envió Dios delante de vosotros.
. .. no me enviasteis acá vosotros, sino Dios» (Génesis
45:5, 8).
Más tarde, José nuevamente tranquilizó a sus hermanos,
ofreciendo perdón y diciendo, «vosotros pensasteis mal
contra mí, mas Dios lo encaminó a bien» (Génesis 50:20).
Las intenciones más perversas del hombre, nunca pueden
frustrar el plan perfecto de Dios.


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