HAGEO – Personaje bíblico con Rosa Mariscal

Hageo es uno de los profetas menores. El verdadero nombre de este profeta, conforme aparece en el hebreo, se escribe Jaggay,  que significa «festivo», quizás porque nació durante alguna festividad. Su profecía es breve, y deliciosamente práctica. Con él empieza el periodo postexílico de la profecía de Israel, en el cual le acompañará Zacarías y le sucederá, casi un siglo más tarde, Malaquías. … Hageo no es conocido más que por algunas pocas noticias.

Su principal mensaje fue restaurar la confianza del pueblo judío en Dios por medio de ilustraciones,​ y de llevarlos a la meditación del respaldo de Dios al pueblo. El propósito de las profecías de Hageo buscaban desafiar al pueblo de Dios con respecto a sus prioridades. El Libro de Hageo es un recordatorio de los problemas que enfrentó el pueblo de Dios en esos tiempos, de cómo la gente confió valientemente en Dios, y cómo Dios proveyó para sus necesidades.

Muy poco se conoce sobre Hageo, el primer profeta de la restauración de Judá después del exilio, solamente se tienen las referencias que aparecen en el libro de Esdras. Estas referencias lo muestran como contemporáneo de Zacarías, sirviendo en Judá y en Jerusalén. Como resultado del ministerio conjunto de estos dos profetas, fue reiniciada y acabada la obra de reconstrucción del templo. (Esdras 5:1; 6:14.) Nada se dice en cuanto a la vida particular de Hageo, y generalmente se ha supuesto que fue uno de los integrantes del grupo principal de exiliados que regresaron de Babilonia después del decreto de Ciro en el año 538/7 a. C., el cual autorizaba la reconstrucción emprendida. Si fue así, él sería testigo de la obra inicial y del tiempo transcurrido en el cual tuvieron que enfrentar la oposición.

El ambiente histórico del libro es importante para la comprensión de su mensaje. Los años 587–586 a. de C. son los años en que la desgracia se cierne sobre Jerusalén, como estaba profetizado. Al tomar el rey Nabucodonosor represalias contra la rebelión de los reyes de Judá, la ciudad y el templo fueron destruidos por completo; la mayoría de la población fue deportada a Babilonia y el saqueo fue general; así quedó desolada la tierra hasta la también profetizada restauración (v. Jer., caps. 25 y 26).

El año 539 a. de C., Ciro II de Persia se apoderó de Babilonia y, después de consolidar su poder, tomó sabias decisiones acerca de los pueblos de su dominio y, entre otras cosas, dio un edicto (año 538 a. de C.) para reedificar el templo de Jerusalén. En 537 comenzaron las obras del templo. Ante la oposición de la compleja población que había quedado en el país durante la cautividad, gente que temía la restauración judía, las obras se retrasaron. 

Ciro murió en el campo de batalla el año 530. Su hijo Cambises—un tirano—pasó a través de Palestina para subyugar a Egipto y gravó a los judíos con pesados tributos, con lo que los empobreció más todavía. El año 522 murió Cambises y subió al trono persa Darío I (diferente del Darío del libro de Daniel), alto jefe del ejército y, además, de sangre real. Su padre era Histaspes, uno de los sátrapas del imperio persa, por lo que a Darío I se le llama Darío Histaspes. Su reinado fue bastante largo (522–486 a. de C.). Aquí es donde se sitúa la profecía de Hageo.

Todos estos eventos, que conforman el marco histórico del libro de Hageo, son descritos en detalle en el libro de Esdras. Este último nos enseña que la obra de reconstrucción del templo fue interrumpida aproximadamente durante catorce años, pero que fue reiniciada como resultado del ministerio profético de Hageo y de Zacarías en el segundo año del reinado de Darío I de Persia. La reconstrucción del templo fue finalizada en el sexto año del reinado de Darío (Esdras 4:24; 5:1-2; 6:14-15).

Fue en este ambiente donde Hageo se presentó, invitando al pueblo a reconocer la fuente de sus problemas y a arrepentirse. Como tantos otros profetas enseñó que los problemas temporales son resultado directo de la debilidad espiritual. Dijo que las dificultades económicas que sufrían eran el resultado de no esforzarse por reconstruir el templo. Hizo recordar a la gente que prosperarían solamente cuando dieran la debida importancia a la voluntad de Dios. Su llamado al arrepentimiento es bien definido: Debían demostrar su cambio de parecer y su arrepentimiento reconstruyendo el templo. Dice así enHageo 2:4 «Pues ahora, Zorobabel, anímate, dice Jehová; anímate tú también, sumo sacerdote Josué hijo de Josadac; cobrad ánimo, pueblo todo de la tierra, dice Jehová, y trabajad; porque yo estoy con vosotros, dice Jehová de los ejércitos».

Como tema principal contiene las fuertes recriminaciones por descuidar la construcción del templo, unidas a alentadoras exhortaciones y promesas para los que se comprometieran en la obra.

El celo inicial de los judíos por la construcción del templo había decaído muy pronto. El libro de Esdras muestra que la oposición de los enemigos de Judá causaba el debilitamiento de las manos del pueblo y la pronta suspensión de la obra (Esdras 4:24). Pero Hageo enseña también que hubo otros motivos por los cuales la obra se interrumpió: el egoísmo y la indiferencia de los judíos hacia Dios. En lugar de dedicarse con celo y devoción a la obra de Dios, ellos usaban su tiempo y su dinero para sus deleites, para vivir en sus casas artesonadas (Hageo 1: 4-9).

Para castigar esta actitud, Dios permitió que las cosechas mermaran y, consecuentemente, que esta gente pasara por necesidades y privaciones diversas (Hageo 1: 6,10-11; 2: 16-17). En medio de esta triste situación, Hageo anunciaba los mensajes de Jehová de una manera muy breve. En este conciso libro podemos leer veinticinco veces: “la palabra de Jehová” o “así dice Jehová”. El objetivo primordial del profeta era penetrar en los corazones de los judíos a fin de que ellos le dieran a Dios el primer lugar en sus vidas. ¡Es por este mismo motivo que el libro de Hageo es tan actual! En el primer día del mes sexto, Hageo tuvo que reprochar a los judíos a causa de su indiferencia para con Dios, a fin de que éstos despertaran de su tibieza espiritual. Zorobabel, el gobernador, y Josué, el sumo sacerdote, eran alentados a trabajar en la construcción de la casa de Dios junto a todo el remanente del pueblo de Israel (capítulo 1).

El segundo mensaje que Dios envió por medio de Hageo, el día 21 del mes séptimo, tenía como meta alentar al pueblo aún más (Hageo 2:1-9). Además, la exhortación buscaba orientar los pensamientos hacia los últimos tiempos, cuando el Mesías aparecerá nuevamente. Los cielos y la tierra temblarán (la conmoción de todas las cosas) antes de que Cristo se manifieste (Compárese Hageo 2:6-7 con Hebreos 12: 26-28).

El tercer mensaje fue dirigido el día 24 del mes noveno, y contiene una de las más claras advertencias halladas en el Antiguo Testamento en contra de la corrupción espiritual. No obstante, al final de esta exhortación también encontramos palabras de aliento (Hageo 2:10-19). Ese mismo día, el profeta pronunciaba el mensaje en el que Zorobabel aparece como tipo del Príncipe de paz que ha de venir, y quien ejecutará, en su aparecimiento, los juicios sobre las naciones (Hageo 2:20-23).

Bibliografía:

Comentario Matthew Henry.

 Biblia de Estudio de la Vida Plena.


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