John Nathan Ford, un niño negro de Harlem, Nueva York, fallece a los cuatro años tras caerse desde un sexto piso. Su madre, Dorothy Ford, dona su corazón para trasplante, que termina en James Preston Lovette, un niño blanco y rico de la misma edad. Este incidente plantea reflexiones sobre la igualdad humana más allá del color de piel, resaltando la universalidad de la humanidad. La narrativa destaca la unidad molecular, química y emocional de todos los seres humanos, independientemente de las diferencias aparentes. Además, se compara esta historia con la idea de que, sin importar la raza, Jesucristo sacrificó su vida para redimir a la humanidad.
El corazón no tiene color – Un mensaje a la conciencia
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