David – El personaje Bíblico

Esta semana reflexionaremos sobre la vida de David y aprenderemos algunas de las lecciones que este hombre de Dios nos enseña:

La disposición de reconocer nuestros errores con sinceridad es el primer paso para enfrentarlos.

El perdón no elimina las consecuencias.

Dios desea en gran manera nuestra confianza y nuestra adoración completas.

DAVID

David es uno de los hombres de Dios más nombrados aún hoy en día, su historia es apasionante desde sus inicios hasta sus últimos días, no es una historia aburrida, ni una en la que se pueda perder el interés.

 La lectura de su vida te atrapa y no puedes dejar la Biblia hasta ver que termina  su vida, con la muerte. Pero a pesar de eso, aún muerto, y después de tantos siglos, su vida ha servido de enseñanza, tanto para las cosas que se deben hacer como cristianos y siervos de Dios, así  como las que no se puede hacer.

 David fue un hombre sujeto a pasiones, que lo metieron en serios problemas delante de Dios, y cuyas consecuencias fueron devastadoras para su familia, pues la espada tal cual le dijo el profeta, no se apartó de su casa.

Este fue un hombre común, como cualquiera de los que hoy día caminan por ahí, que fue escogido por Dios desde niño para cumplir el propósito para el cual fue preparado durante toda su vida.

Él jamás se imaginó, mientras cuidaba las ovejas de su padre, que un día llegaría a ser un rey guerrero y conquistador. No se llegó a imaginar jamás, que esas peleas con leones y osos para defender a las ovejas que tenía bajo su cuidado, le servirían como preparación para la batalla más inesperada de su vida, el enfrentamiento entre un gigante filisteo que se atrevió a insultar y hacer burla contra el Dios en el cual él había creído desde su niñez.

Para conocer toda la historia de  David, debemos recordar que aún su padre se olvidó de él,  cuando el profeta Samuel le pidió que llamara a todos sus hijos porque iba a buscar rey.

  Cuando todos los hijos  de Isaí pasaron delante del profeta Samuel y fueron desechados por Dios; “Samuel dijo a Isaí: Jehová no ha elegido a estos: ¿Son estos todos tus hijos?. Isaí respondió: Queda aún el menor, que apacienta las ovejas. Y dijo Samuel a Isaí: envía a por él”. Cuando  David fue presentado,  Dios lo escogió a él ante la mirada incrédula de su padre y sus hermanos.

Después de que David fuera ungido como rey de Israel, no podía asumir su cargo, porque Saúl todavía gobernaba y  debía esperar, de hecho, Saúl ni se había enterado de que Dios ya había escogido a otro como rey en sustitución de el.

 Por mandato de su padre, David se acercó para ver  cómo estaban sus hermanos en el campo de batalla y escuchó cómo un enorme gigante filisteo, vociferaba maldiciones contra Dios y contra su pueblo.

Esto enfureció a David que a pesar de su juventud, y de no ser un guerrero como sus hermanos y todo el ejército de Saúl, que estaba escondido asustado por las voces del gigante, gritó algo parecido a esto: ¿Quién es ese incircunciso que se atreve a insultar a mi Dios y a su pueblo?

Todos imagino que se dieron vuelta para ver aquel insignificante jovencito, atreverse a enfrentar al inmenso gigante del cual todos ellos se estaban escondiendo. Pero con solo su honda y unas piedras lo mata con un golpe certero en la frente y no sólo eso sino que luego le quitó la espada y le cortó la cabeza.

 La fama de David se extendió por todo el territorio.

Hablar de David y no mencionar su debilidad es contar una historia incompleta, porque si hay algo que metió en problemas a David fueron sus deseos por las mujeres, aunque muchas de las mujeres que tuvo, fueron más bien como contratos políticos para sus beneficios como rey en varios territorio, muchas de ellas aunque fueron esposas, no disfrutaron de su amor o fidelidad, además de esposas él tenía concubinas doncellas.

 Pero una de las historias que más destacan es la de su mujer Betsabet, esposa de uno de sus generales, al cual David mandó a colocar al frente dela batalla para que lo mataran, pues el se había acostado con su esposa y se había quedado embarazada de el.

Esto desconcertó a David y al imaginarse descubierto,  planea el macabro plan en donde muere Urías, el esposo de Betsabet y él se la trae al castillo para empezar a vivir una vida felices. David quería ocultar al mundo su fechoría,  pero el tiro le salió por la culata, porque Dios lo descubrió y se lo hizo saber por medio del  profeta Natán, a causa de esto, muere el bebé que esperaba Betsabet.

Tal como lo había profetizado Natan, los errores del rey fueron la causa de diversos trastornos y zozobras a la llamada Casa de David. Uno de sus hijos, Absalón, se rebeló contra su padre y llegaron a luchar por el derecho al trono.

Un día, Absalón quedó atrapado por su cabello en las ramas de un roble y Joab, el comandante de tropas de David, le clavó tres flechas y lo mató (2 Samuel 18:14). Así, toda una facción festejaba esa muerte como una victoria, pero, cuando la noticia de la victoria fue llevada al rey David, este no se alegró.   

El rey David al saber de la muerte de su hijo y rival, se lamentó diciendo: ¡Oh hijo mío, Absalón, hijo mío, hijo mío, Absalón! Me habría muerto en lugar de ti, Absalón, hijo mío, mi hijo!.

Todo ese tiempo de conflictos deterioraron la imagen de David y su espíritu. Los sinsabores continuarían, pues su hijo Adonías también pretendía reinar. Ambicionó el trono de su padre, que ya había perdido gran parte de su anterior prestigio.

El rey David, ya anciano, estaba postrado en la cama y su hijo Adonías aprovechó este hecho para proclamarse rey. Betsabé y el profeta Natan, conociendo la actitud hostil del joven, pidieron a David que nombrara como heredero a otro de sus hijos. Concretamente a Salomón. Este había sido elegido por Dios y este acuerdo entre David y su mujer preferida sólo concretaba los designios divinos. 

También le prometió continuar la línea hereditaria en el trono de Judá por siempre. David murió aproximadamente a los 70 años y fue enterrado en la Ciudad de David, futura Jerusalén. Gobernó cuarenta años sobre Israel, siete en Hebrón y treinta y tres en Jerusalén.

    Cuando pensamos en David, pensamos: pastor, poeta, matador de gigantes, rey, antepasado de Jesús. En resumen, uno de los hombres más grandes del Antiguo Testamento. Pero junto con esta lista está otra: traidor, mentiroso, adúltero, asesino. La primera lista da las cualidades que quizá todos queremos tener; la segunda, la que quizá todos podemos llegar a tener.

La Biblia no se esfuerza en esconder los fracasos de David. Sin embrago, se le recuerda y respeta por su sentimientos hacia Dios. Al saber que nos parecemos más a David en sus errores que en su grandeza, debemos tener la curiosidad de descubrir qué fue lo que hizo que Dios se refiriera a David como un hombre «conforme a mi corazón» (Hechos 13.22).

  David, más que nada, tenía una fe inalterable en la naturaleza fiel y misericordiosa de Dios. Fue un hombre que vivió con gran placer. Pecó muchas veces, pero era rápido para confesar sus pecados. Sus confesiones provenían del corazón y su arrepentimiento era genuino. David nunca tomó a la ligera el perdón de Dios ni dio por hechas sus bendiciones. Por ello, Dios nunca dejó de darle ni su perdón ni las consecuencias de sus actos. David experimentó el gozo del perdón aun cuando tuvo que sufrir las consecuencias de sus pecados.

    Tenemos la tendencia a invertir estas dos cosas. Muy a menudo, preferiríamos evitar las consecuencias a experimentar el perdón. La gran diferencia que hay entre David y nosotros es que él pecó en gran manera, pero no pecó repetidamente.

Aprendió de sus errores porque aceptó el sufrimiento que traían consigo. Por lo general parece que no aprendemos de nuestros errores o de las consecuencias que resultan de los mismos.

 ¿Qué cambios necesitamos hacer para que Dios encuentre esa clase de obediencia en nosotros?

    Puntos fuertes y logros:

     •      El más grande rey de Israel

     •      Antepasado de Jesús

     •      Nombrado en la Galería de la Fe de Hebreos 11

     •      Dios mismo lo describió como un hombre conforme a su corazón (1 Samuel 13.14).

    Debilidades y errores:

     •      Cometió adulterio con Betsabé

     •      Urdió el asesinato de Urías, esposo de Betsabé

     •      Desobedeció directamente a Dios al tomar un censo del pueblo

     •      No lidió bien con el pecado de sus hijos

    Lecciones de su vida:

     •      La disposición de reconocer nuestros errores con sinceridad es el primer paso para enfrentarlos

     •      El perdón no elimina las consecuencias del pecado

     •      Dios desea en gran manera nuestra confianza y nuestra adoración completas

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