AGAR, MADRE DE ISMAEL – ROSA MARISCAL

Agar, una oscura egipcia, es la protagonista del capítulo 16 de Génesis. Es probable que fuese una de las esclavas que el rey de Egipto regaló a Abram (12:16). Acerca de ella, tenemos en este capítulo cuatro cosas: Su relación con Abram, su amo; su mala conducta con Sarai, su dueña; su conversación con el ángel que le salió al encuentro en su huida; y el alumbramiento de un hijo.

Según el libro del Génesis, aunque Dios le prometió a Abraham ser el padre de naciones, Sara era estéril. Para ayudar a su marido a cumplir su destino, ella le ofreció a su esclava Agar como concubina. Agar se quedó embarazada de forma inmediata y comenzó a despreciar a su señora.
Sarai es despreciada y, por ende, provocada al resentimiento; Agar piensa que ella es mejor mujer que Sarai, más favorecida del Cielo, y con mucha probabilidad de ser más amada de Abram; de ahí que no esté dispuesta a someterse como lo ha hecho hasta ahora. Sara amargamente se quejó a su esposo, y éste le dijo que hiciera con su criada lo que quisiera. El duro trato que Sara le dio a Agar la forzó a huir al desierto con su hijo Ismael.
Agar emprendió el viaje con rumbo a su país nativo, a Egipto. Bien estaría que las aflicciones nos hicieran pensar en nuestra casa. Pero, 1º, Agar estaba ahora fuera del camino del deber, y extraviándose más todavía. 2. Dios tolera que los que se salen del camino anden errantes por algún tiempo, para que cuando se den cuenta de su insensatez, estén mejor dispuestos a regresar. Agar no fue detenida hasta que no estuvo en el desierto. Dios nos lleva al desierto, y allí nos habla al corazón (Os. 2:14).
“Y la halló el ángel de Jehová junto a una fuente de agua en el desierto, junto a la fuente que está en el camino de Shur”. Observemos como la interroga:
La llamó Agar, sierva de Sarai. Aunque era mujer de Abram, sin embargo Él la llama sierva de Sarai, para que se humillara. Nótese que, aunque la educación nos enseña a llamar a otros por los títulos más altos que poseen, sin embargo la humildad y la sabiduría nos enseñan a llamarnos a nosotros mismos por los más bajos. La sierva de Sarai debía estar en la tienda de Sarai, y no vagando por el desierto y haciendo el haragán junto a una fuente.

  1. Las preguntas que el ángel le hizo eran muy apropiadas y puestas en razón. (A) «¿De dónde vienes tú?» Date cuenta de que estás huyendo de tu deber. (B) «¿Adónde vas?» Estás huyendo hacia el pecado, a Egipto, y hacia el peligro, en el desierto. Nótese que los que están abandonando a Dios y a sus deberes, harían bien en recordar, no sólo de dónde han caído, sino dónde están cayendo.
  2. Su respuesta fue honesta, con una confesión sincera: Huyo de delante de Sarai, mi señora.
    El ángel le dijo: ”Vuélvete a tu señora, y ponte sumisa bajo su mano. Le dijo también el ángel de Jehová: Multiplicaré tanto tu descendencia, que no podrá ser contada a causa de la multitud. Además le dijo el ángel de Jehová: He aquí que has concebido, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Ismael, porque Jehová ha oído tu aflicción. Y el será hombre fiero; su mano será contra todos, y las manos de todos contra él, y delante de todos sus hermanos habitará”. (Gén. 16:9-12)
    Podemos suponer que, habiéndole dado el ángel el buen consejo (v. 9) de volverse a su señora, ella prometió inmediatamente hacerlo así, y comenzó a volver a casa; y entonces el ángel continuó animándola con la seguridad de la misericordia que Dios tenía reservada para ella y para su descendencia; porque Dios sale con misericordia al encuentro de los que se vuelven a su deber. Para su consuelo en el presente apuro, el ángel le añade una predicción concerniente a su posteridad. Nótese que es un gran consuelo para las mujeres encinta el pensar que están bajo el particular conocimiento y cuidado de la divina Providencia. Ahora: 1. El ángel le asegura que tendrá un parto feliz, y de un hijo, que es lo que Abram deseaba. Dio a luz felizmente, no sólo por providencia, sino también por promesa. 2. Pone nombre al niño, lo cual era un honor, tanto para ella como para el niño: Llamarás su nombre Ismael, esto es: «Dios oirá»; la razón es, porque Jehová ha oído tu aflicción. Aun allí donde hay poco clamor de devoción, el Dios de compasión escucha a veces benignamente el clamor de aflicción. Las lágrimas hablan tan bien como las oraciones. 3. Le promete una numerosa descendencia (v. 10). Los árabes se tienen por descendientes de Ismael. Y son un pueblo muy numeroso. 4. Le declara el carácter del niño que va a dar a luz. Será hombre fiero o, como dice el hebreo, asno salvaje de hombre, fiero y osado, rebelde, indolente y traicionero. Su mano será contra todos—éste es su pecado—; y la mano de todos contra él—éste es su castigo—. Nótese que los que tienen espíritus turbulentos, suelen tener vidas tormentosas. Con todo, vivirá a salvo. Nótese que muchos que, por su imprudencia, están expuestos a constantes peligros, son extrañamente preservados, aun así, por la divina Providencia, siendo Dios para ellos mucho mejor de lo que se merecen.
    Agar había sido sacada de Egipto cuando era una niña y vendida como esclava. Probablemente había estado ya con Sara en Ur de los Caldeos. El caso es que entre muchos criados y criadas, Agar era tenida en gran estima por su ama. Esto es evidente por el hecho que cuando Sara quería que Abraham tuviera un hijo, cuando ella creía ser estéril, se la dio a Abraham, para que naciera de Agar el hijo de la promesa. Desde el punto de vista de Sara era imposible conceder mayor honor a una esclava.

Y con todo, esto constituyó un pecado delante de Dios, para los tres aunque menos para Agar. Era un pecado y como tal permaneció, pues el acto sexual no es permisible fuera del matrimonio. Es verdad que las costumbres de la época eran diferentes, pero esto no anula las leyes de Dios. Por tanto, los tres eran culpables. En el caso de Abraham y Sara a esta violación de los preceptos de Dios se añadía el pecado de la incredulidad. El intento de asegurar el Hijo de la promesa a través de Agar era el resultado de una falta de fe en la omnipotencia de Dios y la certeza de sus promesas. Agar, siendo una esclava era, naturalmente, la menos responsable por tener menos libertad.

Por tanto, no es de sorprender que no resulte de este arreglo humano ninguna bendición. Agar «miraba con desprecio a su señora», ya antes de nacer Ismael, y se escapa de su dueña. Luego, cuando Sara dio a luz a un hijo, aparecen los celos entre las dos, celos que luego se trasladan de las madres a los hijos. Ismael se burla de Isaac. Aparece la discordia entre Abraham y Sara. Sólo después de la intervención de Dios, Abraham despide a Agar. Esta vez sale para el desierto con el hijo.

Pero esto no completa el episodio de Agar, pues de él ha habido consecuencias visibles aún hoy. De Ismael proceden los árabes, de los cuales salió Mahoma. Así que la fuerza del Islam que todavía es potente en tres continentes, está en su origen unida al nombre de Agar.

De hecho, hay en esta circunstancia un misterio que no ha sido bien comprendido todavía. Es indudable que esta muchacha egipcia había llegado a un conocimiento del verdadero Dios en la tienda de Abraham. Por la gracia de Dios había aparecido la fe en su corazón. Y a través de esta promesa había en ella fe en el Mesías. Agar tiene que haber soñado que iba a dar a luz al antecesor del Mesías. Y así lo creería durante años, pero en el curso del tiempo sus ojos se abrirían y entró la desilusión.

Sin embargo, antes y después de esta ilusión de la fe, Agar fue objeto de un especial cuidado por parte de Dios. Dos veces tuvo el privilegio de ser testimonio de la aparición del Señor. La primera vez en el camino de Shur, cuando se había escapado; la segunda en el desierto de Beerseba, cuando Ismael se estaba muriendo de sed. Con toda esta atención por parte de Dios es natural que tenga un gran significado en la historia de su reino.

Porque el Señor le dio ricas promesas. En el desierto de Beerseba le dijo claramente que haría de su hijo una gran nación. Antes le había dicho que «sería hombre fiero, la mano de todos contra él, su mano contra todos.» Y a Abraham, Dios le dijo que daría prosperidad a Ismael por ser la simiente de Abraham. Todo esto está registrado en Génesis 16:10-12 y en 21:13, mucho antes del nacimiento de Mahoma.

Vemos que la profecía se ha cumplido literalmente. Y con todo, esta página de la historia, que empieza con la fe de Agar y termina con la falsa fe del Islam, permanece envuelto en la niebla. Sólo se puede decir que el pueblo nacido de Agar ha sido empleado por Dios para disciplinar a su Iglesia. Pero hemos de considerar también que poseen grandes territorios que constituyen una barrera contra el paganismo.

Todos ellos, muchos millones, creen en un solo Dios, y en la revelación profética de Dios. Hemos de recordar que los mahometanos reconocen a Jesús como profeta. Su error es no creer en Jesús como Mesías, y en colocar un falso profeta por encima de Él. Por ello permanecen en parte del Antiguo Testamento y rechazan el Nuevo. Colocan su fe en el contenido del Corán.

Esto es quizá lo que insinúa Pablo cuando en Gálatas 4:22 compara a Sara con una mujer libre y a Agar con una esclava, y místicamente lo interpreta significando que los que no encuentran al Mesías permanecen «hijos de la esclava», y los otros «hijos de la libre». Es posible que se refiera a la Jerusalén terrenal, y a la religión cristiana, que no busca su Jerusalén sobre la tierra, sino eternamente en los cielos.

Sea como sea, Agar aparece en las Escrituras por más razones que meramente estimular nuestra simpatía por el hecho que se perdió en el desierto. Aparece como un eslabón en la cadena de la Providencia insondable de Dios. El nombre de Agar está entrelazado con las raíces de la historia de la Iglesia de Dios.


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