La salvación en Jesús – Devocional (John Stott)

Estudio bíblico capturado en directo en El pulso de la Vida. Una lectura del Pr. Lucho Panduro.

El apóstol Pedro les dijo: «Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo» (Hechos 2:38-41). Con la conciencia compungida, los oyentes de Pedro preguntaron con ansias qué debían hacer. Habían de arrepentirse, cambiar completamente su manera de pensar, ser bautizados en su nombre, o sea, la humillación del bautismo consideraban necesario solamente para los paganos, para los gentiles, someterse a él en el nombre de la misma persona a la que antes habían rechazado. Había una clara demostración pública de su arrepentimiento ya que después Pedro comenzó a llamarlos creyentes. 

Entonces, los creyentes obtendrían dos obsequios gratuitos de parte de Dios: el perdón de sus pecados, aunque el pecado de haber rechazado al Cristo de Dios es muy importante, y el don del Espíritu Santo, para regenerarlos, llenarlos y transformarlos. No debían pensar que el don de Pentecostés era solamente para los 120 discípulos que habían esperado 10 días la venida del Espíritu, o para algún grupo de élite, o siquiera para esa sola generación. El Señor no había puesto límites a su ofrecimiento ni a su don. Por el contrario, la promesa del don o bautismo del Espíritu Santo era también para quienes escuchaban a Pedro y para sus hijos en las generaciones futuras. Es más, para los que estaban lejos también, fueran judíos en la dispersión o miembros del mundo gentil, es decir, sin excepción, para todos aquellos a quienes el Señor llamara hacia sí, porque el don de Dios es coextensivo con su llamamiento.

Luego vino el llamado final de Pedro: «Sed salvos de esta perversa generación», como nos dice en el versículo 40 de este capítulo dos del libro de Hechos. Él no estaba apelando a conversiones individuales y privadas, sino a una identificación pública con los demás creyentes, con los cuales los conversos transferían sus condiciones de miembros a la comunidad mesiánica. El relato registra la asombrosa respuesta al llamado: después de Pedro, alrededor de 3000 personas aceptaron su mensaje y fueron bautizadas conforme a la promesa del Apóstol. En ese momento, tenían que haber recibido tanto el perdón como el Espíritu Santo, aunque esta vez, al parecer, sin señales sobrenaturales, por lo menos Lucas no menciona los fenómenos semejantes al viento, al fuego o al hablar en lenguas.


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