Jocabed – El personaje bíblico con Rosa Mariscal

Es un personaje de la biblia, su importancia radica en que es la madre biológica de Moisés, a pesar de ello, solo se menciona 2 veces en la Biblia (éxodo 6:20 y números 26:59).​Fue hija de Leví y tía de su esposo Amram​ de la cual engendraron a Aarón, Miriam y Moisés.

El Corán incluye algunas referencias bíblicas, a partir de

fuentes talmúdicas y evangelios apócrifos;​ en la sura 20,

también narra el episodio, y aunque hace referencia a la

madre de Moisés no menciona su nombre, lo mismo que el

de la hermana de Moisés.

JOCABED (Jehová es honor). La madre de, Miriam, Aarón, y Moisés, era la descendiente de Leví. Se casó con su sobrino Amram (Éx. 2:1; 6:20). Moisés nació cuando ya estaba vigente la orden de Faraón de matar a los varones recién nacidos, pero las parteras hebreas se negaron a realizarlo.

Jocabed. “viéndole que era hermoso, le tuvo escondido tres meses” (Éx. 2:2; He. 11:23). Cuando no pudo ocultarle por más tiempo hizo una arquilla de juncos, la calafateó y puso en ella al niño en el río Nilo. La hija de Faraón lo encontró y quiso salvarlo, y contrató a la misma Jocabed., sin saber que era la madre del niño, para que lo criara (Éx. 2:3–9).

Este relato que comienza de una manera sencilla, nos dice que lo importante no es quién  eres, ni quién creen otras personas que eres, sino lo que haces con tu vida – la manera de enfrentarte a los desafíos y las responsabilidades de la vida – eso es lo que cuenta de verdad. Ni siquiera encontramos el nombre de Jocabed en este conmovedor relato del nacimiento de su tercer hijo, Moisés, y la manera tan poco pretenciosa en que comienza:

“Un varón de la familia de Leví fue y tomó por mujer a una hija de Leví, la que concibió, y dió a luz un hijo” (Ex. 2:1,2). Pero la emocionante historia que viene a continuación posee todos los elementos de un cuento de hadas gracias a su misterio y el final feliz que tiene.

Jocabed pertenecía a una raza que con anterioridad se había visto favorecida, pero que vivía ahora en la aflicción. Unos cuatrocientos años antes, José se había convertido en el gran benefactor de su pueblo. La familia, con un total de setenta personas, además de las esposas e hijos, de los hijos de Jacob, habían emigrado de Canaán a Egipto para evitar morir de hambre. Un amable faraón había dado a la familia de Jacob la tierra de Gosén, donde una nueva era comenzó para ellos.

Fue preciso que los israelitas cambiasen, dejasen de ser un pueblo nómada para convertirse en agricultores y que se adaptasen a la vida en las ciudades y el Señor les bendijo abundantemente. Se habían hecho grandes y numerosos, multiplicándose de un modo tremendo hasta que en el momento del éxodo eran cientos de miles y tenían enormes riquezas en ganados y en posesiones. Un nuevo faraón, que prácticamente no sabía nada acerca del famoso benefactor de Egipto, y al que le traía además sin cuidado, temía a esta gente tan fuertes que se habían convertido en una nación dentro de otra nación.

El faraón estaba empeñado en acabar con aquella nación y aquellos fueron días de aflicción para el pueblo de Israel, que tuvieron que sufrir al enterarse que el faraón había mandado dar muerte a los hijos nacidos de las hebreas. En aquellos días, cuando la gente se quejaba por los latigazos que recibían y por las tremendas cargas que tenían que llevar, cuando el temor acompañaba los dolores de parto de las mujeres, Jocabed dio a luz a su tercer hijo. Una cosa sabía ésta madre: que su bebé era un don de Dios y no se conceden dones así para ser destruidos, sino para ser amados, alimentados, y devueltos a continuación a Dios como joyas de mucho precio para adornar su corona de brillantes. Sabía además que la desobediencia al mandato del faraón, si era descubierta, representaría un severo castigo y la muerte segura del niño.

En todo cuanto hizo Jocabed para salvar la vida de su hijo, su fe resultó de importancia primordial, y por el único motivo que la conocemos es, en realidad, por su fe. Todas sus acciones giraban alrededor de dicha fe, en el amor, el poder, y la providencia de Dios. La voz del mismo Espíritu que la guio a ella, nos guía a nosotros en medio de nuestras perplejidades y problemas. La fe es algo que se demuestra por medio de nuestras obras y en el caso de Jocabed ella podía decir: “El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre” (He.13:6).

La fe de Jocabed se vió recompensada de una manera extraordinaria. Dios inclinó el corazón de la princesa pagana, de modo que sintiese lástima y salvara a aquel niño tan hermoso. ¡Qué alivio debió sentir aquella madre, después de haber vivido tantos meses en tensión, y que canto de gozo debió brotar del fondo del corazón de aquella mujer tan valiente cuando la llamaron para que amamantase a su propio hijo! Ninguna persona de las que se encontraban agrupadas junto a la orilla del rio podía darse cuenta de lo que implicaba la decisión que tomó la princesa al decirle a Jocabed: “Lleva este niño y críamelo, y yo te lo pagaré” (Ex. 2:9).

Vemos que cuando Dios quería tener un gran dirigente le ponía en un hogar con padres creyentes que le pudiesen criar, adiestrar y hacer de él un niño fuerte, que necesitaría en el futuro poseer unas convicciones fuertes. Hay muchas madres que no se sienten dichosas viéndose atadas al cuidado constante y a la responsabilidad que conlleva el criar a los hijos. Muchas de ellas se sienten como si llevaran una tremenda carga, y muy inquietas, y se quejan de que no les queda tiempo para dedicarse a ocupaciones más agradables. Jocabed fue llamada no con el propósito de destacarse en la sociedad, ni siquiera con el de hacer algo tan noble como pudiera ser dar conferencias acerca de la libertad que era preciso conceder a un pueblo esclavo, sino para “tomar al niño y criarlo”. Le fue concedido el privilegio de amar y entregarse, de hacer de aquel niño un hombre fuerte para que se pudiese enfrentar con la vida, con todos sus problemas y sufrimientos, y esa sigue siendo, aún hoy, la labor más importante que han de realizar todas las madres.

No se describe a Jocabed con ningún lujo de detalles, como sucede con otras mujeres que encontramos en el A. Testamento, y solamente se mencionan algunos de los acontecimientos de los primeros años de la vida de Moisés; sin embargo, se puede decir que su grandeza fue notable. Su nombre es imperecedero, porque su fama perdura en las vidas de unos hijos extraordinarios. A ellos les tra​smitió carácter y el desafío del concepto de una fe inquebrantable, que viviesen de un modo muy real. Es un ejemplo para todas las madres y no porque hiciese nada realmente extraordinario, sino más bien por la sabiduría de que hizo gala y lo bien que sirvió como madre.

Transmitió a cada uno de sus hijos la formación y la sensibilidad de propósito necesario como para que voluntariamente optasen para hacer lo recto, para que siguiesen a Dios y su verdad. De modo que los hijos de Jocabed fueron lo que los buenos cristianos quieren que sean sus hijos, es decir, personas que participan en cualquier actividad o situación con el único propósito de dar gloria a Dios. Ella es un buen ejemplo para las madres de nuestros días, que permiten que sus hijos se dejen influenciar durante horas enteras por dudosos programas de televisión, o que se sienten aliviadas pudiendo enviar a los pequeños, tan jaleosos, lejos de ellas para descansar. Jocabed se aferró a Dios y se aseguró de que sus hijos se fijasen en la más elevada de todas las metas: la del servicio especial al Señor.

Bibliografía: Wikipedia.

Biblia del diario vivir


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