Balaam II – El personaje Bíblico con Rosa Mariscal.

BALAAM (devorador o glotón). Vidente famoso, hijo de Beor, que vivía en Petor de Mesopotamia. Según Jud 11, es ejemplo de un hombre religioso que sucumbe ante la tentación de la avaricia (Nm 22:1–
20).

En el cp. 22 de Números comienza la famosa historia de Balac y Balaam, de su empeño en maldecir a Israel, y de su tremendo fracaso, puesto que Dios cambió la maldición, en la misma boca de Balaam, en espléndida bendición. Mucho después, Dios pide a su pueblo, por boca del profeta Miqueas, que se acuerde de lo que maquinaba Balac y de lo que le respondió Balaam (Mi. 6:5), para que comprenda mejor la misericordia y la fidelidad de Dios.

Balac, rey de Moab, maquinó un plan para obtener su objetivo: Que el pueblo de Israel quedase maldito, es decir, que Dios se pusiese en contra de Israel. Contrató a Balaam para maldecir a Israel, pero Dios le empujó a bendecir en lugar de a maldecir a Su pueblo elegido. Aunque Balaam hablaba con una forma de piedad, su corazón estaba evidentemente inclinado a conseguir la paga del rey Balac (Jud. 11)

Dios pone freno a Balaam, prohibiéndole que maldiga a Israel. En aquella noche, Dios le habla, probablemente en sueños, y le pregunta quiénes son aquellos huéspedes y qué han venido a hacer. Dios ya lo sabe, pero quiere oírlo de los labios de Balaam. Éste le hace un resumen del asunto que llevaban entre manos (vv. 9–11) y, después de oírle, Dios le manda que no vaya con ellos, ni se atreva a maldecir al pueblo que es bendito de Jehová (v. 12). Dios, no sólo le prohíbe marchar a donde está Balac, sino también maldecir al pueblo; la razón que Dios le da es: Porque bendito es.

Balaam recibe una segunda embajada para pedirle que maldiga a Israel. Balac, ahora le tentó con honores, y puso un cebo no sólo para su codicia, sino para su orgullo y ambición.

Balaam no transfiere con fidelidad a los mensajeros la respuesta de Dios (v. 13). Sólo les dice: Jehová no me quiere dejar ir con vosotros. No les dijo, como era su deber, que Israel era un pueblo bendito, y que de ninguna manera debía maldecirlo.
Podríamos discernir aquí en el interior de Balaam una lucha entre sus convicciones y sus corrupciones. Sus convicciones le inclinaban a adherirse al mandato de Dios, Pero sus corrupciones le inclinaban con fuerza al mismo tiempo a quebrantar el mandamiento de Dios.

Cuando Balac, rey de Moab, le pidió maldecir a los israelitas, Balaam consultó inmediatamente a Jehová, quien le prohibió hacerlo (Nm 22:8–13).

Al llegar otros emisarios de Balac con la misma petición, Balaam les reiteró la negación de Dios (Nm 22:18). No obstante, volvió a consultar a Jehová. El ángel le dice: “Ve con esos hombres si estás resuelto a hacer el necio, y quedar avergonzado. Y añade el ángel: «Pero la palabra que yo te diga, esa hablarás, te guste o no», pues no sólo iba a ser incapaz de maldecir a Israel, sino que iba a verse forzado a bendecirle».

Camino a Moab un ángel intentó obstruirle el paso. Balaam no lo vio, pero su asna sí, y Dios la hizo hablar para reprender al profeta. Su avaricia lo llevaba por un camino peligroso. Balaam confesó que había pecado, pero siguió adelante según le indicó el ángel (Nm 22:34ss).

Por fin, Balaam se percató, por medio del ángel, del desagrado de Dios, y esto le asustó. Cuando Dios le abrió los ojos, vio al ángel (v. 31), y entonces se inclinó sobre su rostro. Dios tiene muchos medios para quebrantar y humillar el más duro y ensoberbecido corazón.

Se encuentra Balaam con Balac. Balac habla con absoluta confianza, y no duda de que va a salirse con la suya ahora que Balaam ha llegado. Balaam abriga muchas dudas al respecto, y pide a Balac que no confíe demasiado en él: «¿Podré ahora hablar alguna cosa?» (v. 38). Como si dijera: «Muy a gusto maldeciría a Israel; pero no debo, ni puedo, porque Dios no me lo va a permitir».

A la mañana siguiente para no perder tiempo, Balac toma a Balaam consigo en un carro y lo lleva a los lugares altos de su reino, desde donde se podía divisar el campamento de Israel. Ahora Balaam está realmente deseoso de agradar a Balac, más que lo estuvo jamás de agradar a Dios.

Balaam pronuncia su bendición en los oídos mismos de Balac. Ve a los israelitas dichosos y a salvo, y les bendice. Declara implícitamente que Israel está a salvo, fuera del alcance de los venenosos dardos de maldición que él mismo le preparaba. (a) Reconoce que su designio era maldecirles; que Balac le llamó de Aram, su país, y que él vino con esta intención (v. 7). (b) Reconoce que el intento ha fracasado, y confiesa su propia incapacidad para llevarlo a la práctica. No puede pronunciar contra Israel ni una sola mala palabra: ¿Por qué maldeciré yo al que Dios no maldijo? (v. 8). No da a entender Balaam que no quiere maldecir, sino que no puede maldecir.

Balaam es también ejemplo de cómo un pecador puede ser, en contra de su voluntad, un instrumento de Dios para declarar un mensaje.

Balaam volvió a su casa (Nm 24:25) y, privado ya de la presencia de Dios, dio malos consejos a Balac, diciéndole“A TRAVÉS DEL CULTO INMORAL DE TU RELIGIÓN PUEDES DEBILITAR A ISRAEL”(Ap 2:14), con lo que ocasionó la muerte de 24.000 israelitas (Nm 25:9).

Balaam fue uno de esos personajes interesantes del Antiguo Testamento que, aun cuando no pertenecían al pueblo escogido de Dios, estaba dispuesto a reconocer que Jehová (el Señor) era un Dios poderoso. Pero Balaam no creía en el Señor como el único Dios verdadero.
Su historia expone el peligro de mantener una fachada exterior de espiritualidad sobre una vida interior corrupta. Balaam era un hombre dispuesto a obedecer las órdenes de Dios mientras pudiera sacar algún provecho.

Esta mezcla de motivos —obediencia y beneficio— a la larga lo llevó a la muerte. Aun cuando conoció el poder imponente del Dios de Israel, su corazón corrió siempre tras la riqueza que podría obtener en Moab. Allí regresó a morir cuando los ejércitos de Israel la invadieron.
Finalmente, todos vivimos el mismo proceso. Lo que somos y quiénes somos saldrá de alguna manera a la superficie, destruyendo las máscaras que nos habremos puesto para cubrir nuestra verdadera identidad.

Los esfuerzos que llevemos a cabo para mantener nuestra apariencia serían más útiles si los ocupáramos en encontrar la respuesta al pecado en nuestra vida.

Podemos evitar caer en el error de Balaam al enfrentarnos a nosotros mismos y al darnos cuenta de que Dios está dispuesto a aceptarnos, perdonarnos y literalmente volvernos a hacer desde adentro. No nos perdamos el gran descubrimiento del perdón de Dios.
Puntos fuertes y logros:
• Conocido ampliamente por sus maldiciones y bendiciones efectivas
• Obedeció a Dios y bendijo a Israel, a pesar del soborno del rey Balac
Debilidades y errores:
• Alentó a los israelitas a que adoraran ídolos (Números 31.16)
• Regresó a Moab y lo mataron en la guerra
Lecciones de su vida:
• Las motivaciones son tan importantes como las acciones
• El tesoro de uno se encuentra donde está su corazón.

Bibliografía: Biblia del diario vivir.

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