Extracto de la sección «El tema para hoy» del programa A ras del suelo conducido y dirigido por el Pr. Joaquín Yebra.
En Penzing, el 14vo distrito de la ciudad de Viena, la capital de Austria, se encuentra un hospital impresionante, el Hospital Steinhof, edificio que fue construido en el año 1907, que actualmente cuenta con 60 pabellones, una iglesia y un teatro, todo ello construido según el “Art Nouveau”, que era el estilo arquitectónico más de moda en aquellos días.
Este hospital, el “Centro de Atención Otto Wagner”, que es como se conoce hoy, también alberga un oscuro recuerdo, el de la medicina nazi de Viena, por cuanto en los pabellones de este centro fueron asesinadas más de 7.500 personas entre los años 1938 y 1945, durante la campaña de asesinatos sistemáticos llevados a cabo bajo las autoridades nazis, en un programa denominado “programa eutanasia”.
Bajo aquel programa nazi, la medicina emprendió un nuevo camino: La destrucción de personas consideradas inferiores, de ínfima calidad, es decir, los minusválidos, los enfermos mentales, los asociales y los enemigos del sistema, todos los cuales fueron perseguidos, encarcelados, torturados y abandonados hasta su aniquilación.
El Hospital conocido hoy como “Hospital Otto Wagner”, fue, como hemos dicho, el centro de exterminio de más de 7.500 pacientes.
Entre el año 1940 y 1945 , el pabellón de infantes, denominado “Am Spiegelgrund”, fue el lugar en el que se llevaron a cabo los asesinatos de unos 800 niños y niñas minusválidos.
En el curso de la operación denominada “Operación T4”, más de 3.000 pacientes fueron deportados de la clínica en los años 1940-41, y asesinados en el Castillo Hartheim, cerca de la ciudad de Linz. La continuación de la “Operación T4” fue el programa de eutanasia por medio de desnutrición programada y simplemente abandono sistemático de los pacientes. Más de 3.500 de ellos perecieron por hambre e infecciones. Una información detallada de este programa de exterminio nazi puede visualizarse en la página web del Hospital.
P: Pastor Joaquín, ¿cuál era el criterio de los médicos que colaboraron con el sistema nazi?
R: Para el pensamiento nazi, el estado necesitaba ser resguardado de aquellos individuos considerados dañinos, por lo cual era imperativo eliminar a aquellos miembros de la sociedad cuya aportación devaluaba la reserva genética nacional, tales como aquellos que padecían enfermedades mentales o incapacidades físicas crónicas… El psiquiatra alemán Alfred Erich Hoche, defensor de la eugenesia, describió esas vidas como “sin valor”, y propuso eliminarlas a través de la eutanasia, mediante un meticuloso análisis basado en el factor “coste/beneficio” del valor de tales vidas para la sociedad.
P: ¿Qué sabemos del doctor Alfred Erich Hoche?
R: El doctor Alfred Erich Hoche nació en 1865 y murió en 1943, probablemente por suicidio. Fue un psiquiatra alemán muy conocido por sus escritos sobre la eugenesia y la eutanasia. Estudió en Berlín y Heidelberg. Fue muy opuesto a las teorías psicoanalíticas de Sigmund Freud.
En sus obras, Hoche pide acabar con la vida de los enfermos mentales y demás pacientes que, según él, no tenían ningún o escaso valor para la sociedad. Evidentemente, sus razones eran fundamentalmente económicas. Acabar con la vida de los enfermos crónicos no era para Hoche un acto criminal, sino un acto útil. Argumentó que el estado debe verse como un organismo, como si fuera un cuerpo humano, que como todo médico sabe, en interés de la supervivencia del todo, renuncia o descarta partes que se han vuelto sin valor o dañinas.
Hoche creía que sus ideas serían ampliamente aceptadas sólo después de que se produjera un cambio de conciencia en la sociedad, una comprensión de la poca importancia de la existencia de una sola persona en comparación con la de la totalidad.
Esto lamentablemente ocurrió en parte muy poco tiempo después de su predicción, pues una década después de la publicación de sus ideas, este pensamiento se convirtió en parte integrante de las leyes nazis.
P: Los nazis aplicaron las ideas del Dr. Hoche a la destrucción de todos los no pertenecientes a la raza aria, ¿no es así?… ¿Pero acaso no es un mito la “raza aria”?
R: Así es… Originalmente, el término “ario” perteneció al ámbito de la lingüística aplicándose a un grupo de lenguas conocido como “indoeuropeo”. Sir William Jones (1746 – 1794), famoso orientalista inglés, en el año 1780, llegó a la conclusión de que el sánscrito, antigua lengua de India, estaba relacionada con el persa, el griego, el latín, el celta y las lenguas germánicas…
William Jones llegó a conoce los idiomas francés, italiano, castellano, portugués, árabe, persa y chino. Estudiando sus respectivos vocabularios y la morfosintaxis de estos idiomas demostró que todas estas lenguas debieron haberse ramificado a partir de una lengua-madre perdida. Jones denominó a esa lengua perdida “aria”, en recuerdo de los arios, pueblo que invadió India y Persia en la antigüedad remota. Al llegar al siglo XIX nos encontramos con los lingüistas alemanes hermanos Grimm y Franz Bopp, quienes desarrollaron la investigación de las raíces arias de la lengua, hasta obtener pruebas de la lingüística, el folclore, las tradiciones religiosas y la arqueología tratando de demostrar que debió de haber una única raza originaria que habría civilizado Europa, y esa raza debía haber sido la aria. Sin embargo, nadie estaba de acuerdo en cuándo ni dónde habría ocurrido tal cosa.
Hacia 1848 nos encontramos con el conde Arthur Gobineau, periodista francés, orientalista, diplomático e historiador, que desarrolló una teoría elitista según la cual la humanidad estaba dividida en tres razas, diferenciadas por grados de superioridad: Los blancos estaban en el estamento superior, debajo estaban los amarillos, y al fondo del todo se encontraban los negros. En su tratado sobre la desigualdad de las razas, publicado en el año 1850, expuso que dentro de la superioridad blanca se hallaba una rama que era la “crème de la crème”, es decir, los “arios”, llamados a ser los más altos, fuertes, inteligentes, honorables, dignos y poderosos.
P: ¿Pudo aportar alguna prueba de este desatino?
R: Tú lo has dicho. Fue un absoluto desatino, carente de prueba alguna… Pero sus ideas se extendieron, llegando a Inglaterra, donde encontraron un gran defensor en la persona del filólogo alemán Max Müller (1823-1900), profesor de filología comparada en la Universidad de Oxford, en Inglaterra, donde permaneció el resto de su vida.
Las incongruencias de este pensamiento no se sostuvieron mucho tiempo en el caso del profesor Müller. Comprendió que la cultura europea no había sido fundada por una raza pura, la que había denominado “aria”. Y en el año 1888, Müller volvió sobre sus pasos y defendió que el lenguaje no tiene ninguna relación con la “raza”, y que un individuo de cualquier origen étnico, cualesquiera, puede aprender a hablar cualquier lengua… En sus propias palabras: “El etnólogo que hable de “raza” aria, sangre aria, ojos y cabello arios, comete un pecado tan grande como el lingüista que hable de un diccionario dolicocéfalo (es decir, de cabeza alargada) o de una gramática braquicéfala (es decir, de cabeza corta). Müller trató de corregir sus anteriores argumentos, pero ya habían ejercido una enorme influencia. El daño ya era irreparable.
P: Aquella ideología debió emplearse para justificar las injusticias económicas de las potencias coloniales europeas, especialmente en el continente afircano, ¿no fue así?
R: Lamentablemente, así fue… Lo que algunos han denominado “darwinismo social” se empleó para justificar la conquista y explotación de los pueblos menos desarrollados… Los evolucionistas habían enseñado que la supervivencia de los más dotados, de los más aptos, era una cuestión de la selección natural, entonces debía ser correcto pensar que la “raza” blanca era la superior, y que por tanto le correspondía conquistar, dominar y subyugar a los pueblos de otros matices de piel… lo que justificaría que los alemanes debían de gobernar sobre los judíos, esclavizarlos, explotarlos e incluso llegar a desprenderse de ellos como si fueran una lacra social.
P: Pastor Joaquín, ¿tuvo “eco” esta ideología en América?
R: El “eco”, como has dicho, de este pensamiento tuvo más profundidad de lo imaginado. La supremacía blanca o supremacía aria, fue defendida por unos de los abogados más prestigiosos de los Estados Unidos. Uno de ellos fue Madison Grant (1865-1937), conocido principalmente por su trabajo como eugenesista y conservacionista. En el año 1916 publicó la obra titulada “The Passing of the Great Race”, “La Muerte de la Gran Raza”, uno de los más famosos trabajos de lo que podríamos calificar como “racismo científico”. Su labor se destacó en el apoyo a las políticas restrictivas con la inmigración y el mestizaje en los Estados Unidos de América.
Otro de los defensores de la teoría de la supremacía de la raza blanca fue Theodore Lothrop Stoddard (1883-1950), cuya obra, publicada en el año 1920, titulada “Rising Tide of Color Against White World Supremacy”, “Pleamar de Color contra la Supremacía Mundial Blanca”, seguida en 1922 por “The Revolt Against Civilization: The Menace of the Under-Man”, “La Revolución contra la Civilización: La Amenaza del Sub-Hombre”, produjeron un enorme impacto en la sociedad norteamericana, particularmente entre los “Wasps”, los “White Anglosaxon Protestants”, “Los Blancos Anglosajones Protestantes”. Lothrop Stoddard llegó a viajar a la Alemania nazi, donde pudo conocer personalmente a Adolfo Hitler, y entrevistarse con algunos de los principales líderes del partido nazi…- Como comprenderemos fácilmente, muchos de los acontecimientos del crecimiento del racismo en los Estados Unidos, y su “pecado original”, es decir, la esclavitud, tiene precedentes que se mantienen vivos hasta estos mismos momentos.
P: Pastor Joaquín, ¿tuvo “eco” esta ideología en España?
R: El racismo en España puede rastrearse, de la misma manera que en todo el mundo, desde cualquier época histórica, por cuanto los enfrentamientos por causas económicas, sociales y políticas se han venido justificando, incluso hasta nuestros días, bajo el pretexto de las supuestas diferencias raciales.
Recuerdo las palabras de nuestro Miguel de Unamuno, cuando escribió que “los unitarios que sueñan con la unidad impuesta de la fuerza hablan de “raza española”. Es no saber lo que se dice, tantas son las razas que han buscado el calor del sol de España.”
Pero, efectivamente, España no quedó al margen de las nuevas ideas racistas que se estaban desarrollando por el corazón de la vieja Europa. En 1838 comenzó a difundirse la frenología, y a finales del siglo se realizaron los primeros estudios de craneometría; pero las ideas eugenésicas tardaron algunos años en entrar, pues no se difundieron hasta la década de los años 20 del siglo XX. De hecho, las Primeras Jornadas Eugenésicas Españolas tuvieron lugar en el año 1928. Así fue como la creencia en que la herencia influía decisivamente en las características físicas, psíquicas y morales de los individuos, se impuso en la mayoría de los sectores sociales y políticos de la época.
P: ¿Puedes dar algunos nombres respecto al pensamiento racista español, “aunque pierdas amigos”, como sueles decir tú, pastor Joaquín?
R: Con sus particularidades más espiritualistas que en el resto de Europa, tenemos en España el caso de Ramiro de Maeztu (1875-1936), ensayista, novelista, poeta, crítico literario y teórico político, ya en su obra titulada “Defensa de la Hispanidad”, de 1934, afirmaba que “La raza, para nosotros, está constituida por el habla y la fe, que son espíritu, y no por las cualidades protoplásmicas”. Maeztu no creía en la igualdad de las razas, como demostró por su arraigado antisemitismo. Para él, como para la mayoría de los europeos de la época, los blancos representaban la raza superior, por lo que en la obra citada despreciaba a los judíos y a los árabes… Recordemos que un José María Pemán (1897-1981), escritor que cultivó todos los géneros literarios, alertaba de la decadencia de la civilización blanca y cristiana invadida por la “Nigricia” y el “Asianismo”. Afirmaba que el “jazz” era música “bárbara y salvaje”, y ponerse moreno en la playa era conseguir “carnes africanizadas”… Había que buscar, como hizo España en América, “otras razas lejanas e inferiores… colaborando con el mismo Hacedor del Universo, en esa labor magna y única de blanquear rostros y abrir los ángulos encefálicos, para introducir en ellos el pensamiento luminoso y civilizador de la bendita raza de Castilla.”… ¡Supongo que te estarás quedando “pasmao”, querido hermano!
P: Pues va ser que sí… ¿Te atreves a seguir, pastor Joaquín?
R: El más destacado español de la época respecto al campo del racismo, al más puro estilo “ario-nazi” lo protagonizó el médico psiquiatra militar Antonio Vallejo-Nájera, con su propuesta “higiene racial”, con el fin de formar una “aristocracia eugenésica” de la “raza española”, definida con “índices bio-psíquicos”. Su proyecto consistía en “estimular la procreación de los superdotados física y psíquicamente, favorecer su desarrollo integral y crear un medio ambiente favorable para la raza selecta”. Por lo tanto, no favorecería la educación de los hijos de los obreros, con algunas excepciones, ya que “su genotipo contenía incrustadas tendencias difícilmente eliminables en la primera generación… siendo proclives a ser criminales natos, psicópatas, amorales, vagabundos, anormales sexuales y prostitutas congénitas…” Si creéis que estas palabras son del expresidente Trump estáis equivocados… Son palabras del Dr. Antonio Vallejo-Nájera, pronunciadas durante el régimen de Franco, cuando tantos bebés fueron robados a sus legítimas madres para ser entregados a familias del bando vencedor…
P: ¿Podríamos calificar de “histeria” este mito de la raza aria y de la supremacía de los blancos sobre los de otras procedencias étnicas?
R: Así ha sido definida esta tendencia, especialmente entre los defensores norteamericanos que lucharon denodadamente contra la “mezcla” de los “anglos”, alemanes y escandinavos con los afroamericanos y con otras gentes, como es el caso de los judíos y los gitanos… Algunos escritores europeos, como el inglés Houston Stewart Chamberlain (1855-1927), pensador británico nacionalizado alemán, en su obra titulada “The Foundations of the Nineteenth Century”, “Los Cimientos del Siglo Veinte”, publicada en el año 1899, y el compositor alemán Richard Wagner (1813-1883), que publicó en el año 1850 la diatriba antisemita titulada “Das Judentum in der Musik”, “El Judaísmo en la Música”, fueron contribuciones a esparcir su veneno contra los judíos europeos… En sus respectivas obras, todo lo bueno y positivo era de naturaleza arias, mientras que todo lo bajo y degradado era siempre atribuido a los judíos.
En el caso de Houston Stewart Chamberlain, escribió estas palabras en su obra “Los Cimientos del Siglo Veinte” las siguientes palabras que parecen proféticas: “Aunque se demuestre la inexistencia de una “raza aria” en el pasado, deseamos que en el futuro pueda haberla. Esta es la postura decisiva para los hombres de acción”… Cuando en medio de la locura nazi se le pidió al líder nazi Joseph Goebbels que definiera quién era un “ario”, respondió diciendo: “¡Yo decido quién es judío y quién es ario!”
P: Es evidente, pastor Joaquín, que ese ideal de pureza racial y supremacía de los “arios”, aunque todo ello careciera de fundamento sólido, no nació en un abrir y cerrar de ojos, sino que tuvo unas raíces antiguas, hasta convertirse en política oficial de la nación…
R: Es algo realmente incomprensible, y de hecho es algo que sigue estudiándose desde todas las ciencias y disciplinas: ¿Cómo fue posible que Alemania, la nación más culta de Europa, con el número mayor de universidades prestigiosas, seminarios teológicos, conservatorios y centros de investigación y desarrollo tecnológico, se dejara llevar por un cabo del ejército austriaco llamado Adolfo Hitler… Que se trasladase como ganado al matadero a hombres, mujeres y niños de las llamadas “razas inferiores” a campos de concentración y exterminio, hasta un número de más de seis millones de almas, con el propósito de crear una humanidad superior… A estimular a los oficiales de las SS para que fecundaran a mujeres escogidas de la supuesta “raza aria” para que crearan un estirpe de “señores”, al estilo de los caballeros teutones, capacitados para regir los destinos de la patria y del mundo, mientras se experimentaba con enfermos crónicos, mentales, lisiados y niños y niñas de familias judías y de los calificados como “enemigos del estado”… Curiosamente, al tener que recurrir a los japoneses en su enfrentamiento con los Aliados, Hitler se vio obligado a redefinir a los “arios”, incluyendo entre ellos a los asiáticos.
P: La selección de los hombres, mujeres y niños para ser eliminados se llevó a cabo con la mayor meticulosidad, ¿no fue así?
R: Ya en 1939, los funcionarios de la salud pública comenzaron a registrar a las personas seleccionadas para su exterminio, comenzando por quienes padecían enfermedades incurables o degenerativas, los que padecían incapacidades físicas o mentales, entre los cuales fueron también seleccionados los que estaban afectados por el síndrome de Down; los que no tenían sangre germana, y curiosamente todos aquellos que habían estado hospitalizados durante más de cinco años.
Durante los años 1940 y 41, las autoridades nazis deportaron desde Steinhof a 3.200 personas a morir en las cámaras de gas y después ser incineradas en el Castillo de Hartheim, en Linz.
Entre los años 1940 y 1945, los médicos nazis también operaron el “Am Spiegelgrund”, un centro infantil, a donde se les alentaba a los padres que tenían hijos con discapacidades a llevarlos para recibir tratamiento adecuado. Estas criaturas eran asesinadas por los médicos y enfermeras del estado mediante inyecciones letales o sencillamente les dejaban morir de hambre. Sólo en Steinhof murieron más de 800 criaturas.
P: Pastor Joaquín, ¿hay alguna relación entre el método de la eliminación de seres considerados como inútiles y las leyes de eutanasia de nuestros días?
R: La eutanasia se presenta como una expresión de compasión hacia la persona sufriente, cuya enfermedad o discapacidad le priva de dignidad, de calidad de vida y de autonomía. Muchos hoy afirman que cuando alguien siente que su vida carece de valor, tiene el derecho de morir. Evidentemente, no es lo mismo que la eugenesia y la eutanasia involuntarias. Sin embargo, en ambos casos alguien decide que una vida es despreciable.
P: ¿Cuál es el fundamento filosófico de la autonomía personal?
R: Evidentemente, la base filosófica de la autonomía personal radica en que el cuerpo le pertenece a la persona. Se trata de la máxima elevación del libre albedrío del hombre. Sin embargo, la Santa Palabra de Dios no enseña que la autonomía del hombre, su libre arbitrio, sea absolutamente ilimitado. Nada en la Sagrada Escritura nos hace pensar que seamos libres para hacer con nuestra vida lo que queramos. Por el contrario, el Señor afirma en la Palabra, concretamente en el libro de Ezequiel 18:4: “He aquí que todas las almas son mías.” Creemos que Dios ha otorgado al ser humano un gran margen del libre albedrío, pero por encima de eso, Dios tiene la máxima propiedad de nuestras vidas. Nosotros no somos Dios; sólo Dios es Dios… Para Dios cada vida es sagrada, por cuanto el ser humano, varón y mujer, fueron creados a imagen y semejanza suya.
Cada ser humano posee el potencial de hacer que brille la presencia de Dios en el mundo
P: ¿Crees, pastor Joaquín, que un análisis utilitario del coste/beneficio ha penetrado sutilmente en los círculos hospitalarios y en las compañías de seguros respecto al soporte vital?
R: Lo que creo, porque todas las evidencias lo señalan, es que cada día se ignora más la cualidad humana de los que no pueden expresar sus preferencias, tales como el caso del feto, del ‘no-nato’, del recién nacido, del paciente en estado de coma o en los enfermos de Alzhéimer. Se trata de vidas que pueden ser consideradas dispensables, pues ocupan las escasas camas de hospitales, consumen recursos, y lo único positivo desde la ética que va imponiéndose es que pueden donar órganos a otras personas que los necesitan… Algunas decisiones oscuras hemos podido saber en las primeras olas de la actual pandemia, aunque algunos políticos se han dado mucha prisa en negarlo al ser descubiertos en su proceder de descartar a los contagiados de más edad.
La ética, que como cristianos hemos recibido de nuestros hermanos mayores, el pueblo hebreo, nos mueve a creer que Dios es nuestro Creador y nuestro Sanador, y que por lo tanto no existe futilidad humana, es decir, mínima importancia de la vida de cualquier ser humano. Siempre hay esperanza, incluso hasta el último suspiro…
Otra cosa muy diferente es el recurso de la sedación, que en el caso de terminales evita los sufrimientos y recurre a sedar en prevención y alivio del dolor. La sedación en cuidados paliativos es un procedimiento de último recurso en los casos de enfermedad crónica y progresiva en la etapa terminal, cuando el sufrimiento del paciente es insoportable y el personal médico ha agotado todas las posibilidades terapéuticas disponibles para aliviarlo.
Creemos que ese procedimiento es éticamente aceptable, pues consiste en inducir una sedación farmacológica deliberada que reduce el nivel de conciencia o mantiene la inconciencia para eliminar el dolor, cuando esto no puede conseguirse de ninguna otra manera. No se trata, pues, de quitarle la vida al sufriente, ni se trata de una eutanasia ni del suicidio asistido.
P: Pastor Joaquín, quieren vendernos “gato por liebre”, ¿no es así?
R: Pues sí, es lo habitual, lamentablemente, y además tienen mucha experiencia acumulada en ello…
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