Las palabras no son sólo una forma de comunicación. Son también un arma de combate. Cuando etiquetas a alguien, neutralizas sus argumentos, sea por pereza mental o por razones de estrategia. Esto es así, tanto en la política como en la religión. Ahora bien, hay ciertos calificativos que, cuando se utilizan contra alguien, le condenan prácticamente al ostracismo. Si lo peor que puedes decir de una iglesia, es que es una “secta”, no hay término teológico más desprestigiado en el mundo académico que el de “fundamentalista”. Para un profesor universitario como Packer, la acusación que trata en su primer libro, El fundamentalismo y la Palabra de Dios (1958), no es cualquier cosa. Le condena, prácticamente, a la marginación. ..
Packer (3) – José de Segovia
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